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Andrew Bynum... otra vez

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Supongo que como a todos los seguidores de los Lakers, el corazón se me encogió cuando Kobe Bryant, en el primer cuarto del partido de los angelinos en el siempre desangelado FedEx Forum de Memphis, cayó sobre la rodilla de Andrew Bynum que se desplomó entre gestos de dolor y miradas desoladas de sus compañeros. El desconsuelo de mi gesto debía ser similar al de Vujacic mientras sopesaba las consecuencias de otra segunda mitad de temporada sin el diamante en bruto de 21 años, 2'13 y 130 kilos. Esas consecuencias pasaban, en mi atribulada cabeza, por la perspectiva de la pérdida de las opciones reales de anillo. Imaginaba a los Lakers con la aspiración real de ganar de nuevo el Oeste pero con el destino sellado de quedarse otra vez a uno o dos pasitos del campeonato, especialmente si esos pasos se debían recorrer en el infierno del TD Banknorth Garden de Boston.


Porque la última final dejó una sensación amarga. Los Lakers, hecho innegable, se quedaron a dos partidos del título, y todo pudo ser distinto sin su inexplicable (o más bien explicable y explicada) derrota en el cuarto partido en Los Angeles. Pero las sensaciones y las formas fueron amargas, concluyentes. Y todos, o casi todos, nos aferramos al regreso de Bynum en su progresión geométrica de mejora como el arma para afrontar una posible revancha ante el celtic pride. Pero la NBA, el deporte en general, enseña que un título es un camino largo y espinoso en el que, además de muchas otras cosas, hace falta suerte. Y que, el día más insulso e intrascendente del calendario (y la visita a Memphis puede ocupar perfectamente ese lugar) puede esconder una bomba de relojería de incalculable calado. En principio se descartó una lesión de la gravedad de la sufrida la temporada anterior en la otra rodilla (la izquierda). Incluso se especuló con una baja poco prolongada. Finalmente la cosa se ha zanjado sin paso por el quirófano y un tiempo de baja entre ocho y doce semanas. Menos de lo que parecía en principio... más de lo deseable cuando los playoffs aparecen... a dos meses y medio vista.

La maldición del trade

Desde luego, los hechos no animaban al optimismo en los Lakers. Incluso apuntaban a una maldición por el trade de Pau Gasol, una operación con Memphis que sorprendió a la NBA (Greg Popovich a la cabeza) de puro ventajosa para los angelinos. Los hechos: como el año pasado, la lesión de Bynum llegó después de Navidad; como el año pasado, se produjo (precisamente) en la pista de los Grizzlies; como el año pasado, fue un compañero el que la propició de forma involuntaria (entonces Odom, ahora Kobe). Como el año pasado, justo cuando Bynum se situaba al nivel de los mejores pívots de la liga. Por intangibles, porque los Lakers habían encontrado el ritmo y el juego con el pívot en cancha; Y por los fríos datos: Bynum promediaba más de 14 puntos y 8 rebotes en la temporada, pero más de 26+13 y 3'2 tapones en los últimos cinco partidos, siempre a ritmo de doble-doble. Por no mencionar que su presencia es una bendición defensiva para el equipo, una liberación para Gasol, que como '4' es demoledor en ataque y mucho más efectivo en defensa sin verse obligado por los pívots rivales, y que la lesión no sólo priva a los Lakers del tercer jugador fundamental de su esquema sino que ataca a la zona donde la rotación es más débil: el juego interior. Ahora Gasol vuelve al puesto de pívot, Odom recupera la titularidad, Powell tendrá más minutos (un jugador aprovechable a pesar de su falta de estatura) y Mihm deberá demostrar que no es un ex jugador.

De repente, todo depende de que Bynum regrese a tiempo para los playoffs (el año pasado también se habló de un período de convalecencia menor que terminó por alargarse de forma dramática) y de que lo haga en plenas condiciones, capacitado física y mentalmente para luchar (y saltar) bajo los aros. En el peor de los escenarios, los Lakers ya demostraron lo competitivos que pueden llegar a ser sin su joven estrella en ciernes, final ante Boston al margen, y son un equipo mejor: Gasol más integrado, Ariza integrado y en una progresión extraordinaria y un Farmar que ha tenido una prometedora vuelta tras una lesión que ha obligado a exprimirse más de la cuenta a Fisher, que pasa ahora por un momento más bajo de lo normal. ¿Exprimirse? Kobe Bryant es otra clave. Hasta ahora había jugado por y para el equipo, con permiso para dosificarse supongo que dentro de un plan maestro con la vista en las grandes batallas de los playoffs. Ahora, Bryant (y Gasol, pero sobre todo Kobe) tendrá que dar un paso al frente que incluso puede revitalizar sus opciones al MVP. Primera muestra: Madison Square Garden, ya sin Bynum, y 61 puntos. Un mensaje de tranquilidad para su equipo ("sigo estando aquí"). ¿MVP? Este año parece tener ya impreso el nombre de LeBron James. Pero... ¿Y si Kobe sube un peldaño su nivel, y si los Lakers no se resienten de la baja de Bynum y terminan liderando la liga en la Temporada Regular? Otra cuestión en el aire.

Los rivales vislumbran una oportunidad

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Al margen del efecto práctico y psicológico en el equipo de Phil Jackson (seguramente ante su penúltima oportunidad ya que su retirada en 2010 es comidilla desde hace semanas), hay que valorar el impacto positivo en los rivales del Oeste, que hasta ahora parecían sometidos a la dictadura amarilla. Sólo San Antonio, con un juego y unas claves ligeramente distintas esta temporada, parece dispuesto a batallar la supremacía en la Regular Session, aunque todavía navega lejos. Nueva Orleans está resultando una pequeña decepción, mientras Dallas y Phoenix confirman el anunciado paso hacia atrás, Portland apunta alto pero demuestra que aún está verde para pelear por lo máximo y Denver se ha convertido en una fresca alternativa (Billups mediante) a quien casi nadie da opciones reales por mucho que sean por fin un equipo equilibrado y serio. El Oeste, en definitiva, retrocede con respecto al Este. Pero queda la opción, en la recta final del mercado de fichajes, de que equipos como Hornets (poco probable), Mavericks o incluso Suns busquen uno de esos golpes de efecto inmediato, un traspaso que les impulse en el corto plazo aunque sea a costa (así suele ser) de sacrificar el futuro. Quizá queden sorpresas que conviertan los playoffs del Oeste en la excitante experiencia que han resultado desde hace tantos años.

En el horizonte de los Lakers, de cara a una hipotética primera ronda de playoffs, aparecen muchos cruces posibles, uno de ellos ante los Suns. Algunos apuntan a que sin Bynum los angelinos pueden sufrir ante Amare, O'Neal (frente a Phil Jackson y Kobe, nada menos) y un Nash poco exigido en defensa por Fisher. Más allá de eso, los Lakers, aún sin su pívot titular, me siguen pareciendo los favoritos para ganar el Oeste. Peor pintan las cosas para una final donde se vislumbran dos opciones, quizá tres: Boston, Cleveland y Orlando, al que ya hay que incluir entre los aspirantes (y me alegro de hacerlo porque es un equipo que ya me encantó la pasada temporada). En cualquier caso parece mucho más probable pensar en la revancha frente a los Celtics (caso en el que el factor cancha se me antoja absolutamente decisivo) o en un duelo ante unos Cavs que junto a LeBron, junto a Williams y West por fuera, pueden meter altura, kilos y puntos en la zona con Wallace, Ilgauskas y Varejao. Así que, por el bien de los Lakers, por el bien de los que soñamos con el anillo, será mejor pensar que esta vez la previsiones sí se cumplirán y Bynum volverá para las eliminatorias; y más aún, que lo hará al mismo nivel de sus últimos partidos de este fatídico enero, con la misma intensidad defensiva, con los automatismos de su juego interior con Pau memorizados. Pero ahora mismo lo que tenemos es un panorama de pronto más difícil de lo previsto. Pero la lucha por el anillo se acerca y, con Bynum o sin él, nadie dijo que fuera a ser fácil.