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Esa extravagancia refleja descontrol

La barrera colocada al revés (tapando el palo lejano y ofreciendo el próximo) que Casillas le ofreció a Del Piero tenía por lo visto como misión desconcertar al lanzador. Una ocurrencia de laboratorio que se ensayó durante la semana, según explicó ayer Guti. Lástima que al ensayo faltara Del Piero, que no se enteró de que el plan era ponerle nervioso con tan extravagante arguz. Así que como no sabía que su papel era el de desconcertarse, sopló el balón y lo metió por la escuadra. La genialidad de laboratorio costó el segundo gol y liquidó el partido antes de tiempo. Pero, aún peor, es reflejo de algo malo.

Y ese algo es el descontrol. Si hubiera sido ocurrencia de alguno, rápidamente desechada por los demás, no sería preocupante. Pero si se adopta como cosa seria, empresa colectiva y se pone en práctica, es que el grupo está ofuscado, confundido, tratando de agarrarse a corazonadas para defenderse de un destino del que desconfía. Una cosa así me hace dudar seriamente de Schuster, de su fe en sí mismo, en los parámetros naturales del fútbol. Me hace dudar de su capacidad para salir de la presión a la que se siente sometido, y que existe sobre todo en su cabeza. O quizá sólo ahí.

Su tarea no consiste en inventar genialidades ante las faltas de Del Piero. Su tarea es implantar un modelo táctico (cualquiera, hay muchos) en el que los jugadores puedan reposar. Un modelo que no consista en que tres trabajen el doble a cambio de que tres se toquen el ombligo. O sí, siempre que los tres que tienen que hacer más lo asuman porque se les explique y les parezca razonable. Se tarea es también crear armonía en torno al grupo, rodearle de un ambiente cordial, amable y positivo, como corresponde a un equipo deportivo, en lugar de vivir enfrentado con la sociedad. Aún tiene tiempo. Aún.