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Schuster está ahora bajo seria presión

Ahora vamos a ver a Schuster. Hasta ahora me había parecido un buen entrenador, pero nunca había estado en circunstancias como las actuales, y me explico: había entrenado a equipos sin máxima exigencia y en ellos había estado bien. Luego llegó a un Madrid en el que entre Mijatovic y Capello habían avanzado mucho en la reconversión, apartando los escombros del Florentinato y trayendo jugadores jóvenes y de buen futuro. Con eso, más la calma que le producía ese derrumbe del Barça lastrado por el efecto que el abandono de Ronaldinho produjo en la disciplina del grupo, ganó brillantemente su Liga.

Ahora está ante un Barça reconstruido, muy bien reconstruido. Su Madrid es el mismo con una diferencia: ya no tiene nada que hacerse perdonar. Aquellos tres años fatales, sin títulos y con fichajes absurdos, quedan lejos. Ahora hay dos ligas que defender, una Champions que reconquistar, unas responsabilidades que afrontar. Hay que manejar la lenta decadencia de Raúl, hay que manejar la rebeldía sobrevenida de Sergio Ramos, hay que manejar el quita y pon de seis grandes centrocampistas de los que sólo pueden jugar tres, hay que manejar con mimo al único extremo que hay, y no gastarlo.

Schuster está ahora bajo presión y se equivoca en su forma de colocarse en el resbaladizo terreno de juego. Ni sus enemigos ni sus aliados ideales son los que él se busca. Ni son sus enemigos los chicos de la prensa (que sólo está deseando que las cosas vayan bien) ni su aliado puede ser Portugal, que anda más perdido que él. Schuster tiene facultades de buen entrenador, pero para sacar este curso ha de esmerarse en materias que lleva muy atrasadas y que con frecuencia cantan. Basta ver el segundo tiempo de Almería para notar que algo pasa. Y lo que pasa es lo peor que puede pasar: que el jefe no resiste la presión.