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La dignidad del público del fútbol

Una reflexión más sobre el cierre del Calderón, sobre el cierre de cualquier campo. ¿Imaginan que si unos brutos hicieran burla a un hombre de raza negra en El Corte Inglés se cerrara esa sucursal? Cuando dos macarras tiran de navaja en una discoteca ¿se cierra la discoteca? ¿Alguien pensó en cerrar la zona comercial en la que aquel bárbaro que maltrataba a su chica agredió al buen señor que la defendió y que ha estado en coma hasta hace pocos días? No, a nadie se le ocurre. Se identifica al o a los culpables, se les busca, se les detiene, se les juzga, se les aplica la pena que sea. Y el escenario sigue funcionando.

En el fútbol no es así. En el fútbol pasa algo (y en este caso ni siquiera sé si pasó algo punible, pero vamos a poner que sí). Y se cierra el campo. "¿Y el PSV?". "A puerta cerrada". "Pero es que yo pago mi abono por delante para todo el año". "Pues que no hubieran gritado a Taiwo, ni tirado una botella a los inválidos, ni hubiera sido tan expeditiva la Policía". "Oiga, yo no he gritado a Taiwo, ni he tirado nada, ni soy policía. Sólo soy uno al que le gusta el fútbol, soy del Atleti y llevo años yendo allí sin meterme con nadie. Y lo tengo pagado". "Pues lo siento. Les cerramos el campo. Lo puede ver en televisión."

En fin, al fútbol va una amplísima mayoría de gente civilizada, y como tal se porta allí, igual que hace fuera. Y en lugar de protegerla de los energúmenos, identificándolos, separándolos y expulsándolos, recurrimos a estos castigos colectivos medievales. Todo por el atavismo de considerar al público de fútbol como soldadesca indiferenciable. Suma de gentes que en cuanto entran en el recinto pierden la dignidad y los derechos que tienen fuera, y que sólo recuperarán cuando vuelvan a salir. Es algo que me parece barbarie institucional y me indigna cada vez que se produce uno de estos casos.