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La Copa y el viejo y querido Real Unión

La Copa tiene eso de bueno: que es de todos. Ayer recibimos en AS a Fernando Roig y a José Manuel Llaneza, artífices de ese soberbio Villarreal que es capaz de ir a Old Trafford reservando a Cazorla y Senna y regresar con un empate. Venían escocidos por los cinco goles encajados en El Ejido. Es la Copa, que tiene su brío, su encanto, su aquél. Fue Copa del Rey, con Alfonso XIII, luego Copa del Presidente de la República, luego Copa del Generalísimo, y desde hace unos años otra vez Copa del Rey. Copa de España, en fin. Ha demostrado más estabilidad que la forma otorgada a la Presidencia del Estado.

Anoche vimos un partido de Copa, un buen partido, con goles, alternativas y emoción. Lo ganó el viejo y querido Real Unión, uno de los clubes que echaron a andar nuestro fútbol. Cuando la plata de Amberes en 1920 había algunos de allí. ¡La de veces que me habrá hablado mi padre de aquello! Me insistía: se dice 'la' Real Sociedad, pero se dice 'el' Real Unión. Me explicaba cómo con el profesionalismo aquél se comió a éste, del mismo modo que el Athletic se comió al Arenas de Guecho. Le quedaba el respeto por aquellos títulos de Copa, por René Petit, por el portero Emery, cuyo nieto entrena hoy al Valencia...

La Copa ha vuelto a sacar lo mejor de la entraña del Real Unión y le ha permitido ganarle al Real Madrid en una noche que allí se va a recordar. No era el mejor Madrid posible, pero sí un Madrid cargadísimo de internacionales. De salida había un salto en calidad, pero no tanto como para que no quedara compensado por la diferencia en entusiasmo. El Real Unión conectó con su afición, con su historia. El Madrid viajó a verlas venir, pensando en el partido de vuelta, o en Almería, o en la Juve, o en que menudo marrón. Ganó el que se lo propuso. La vida suele ser así: gana el que lo desea y lo merece.