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Toda la emoción de esa vieja rivalidad

¡Qué partido tremendo! Estos son los días que consagran al fútbol como algo sin igual, un juego bello, agonístico, cargado de destreza, de sorpresas, de emoción y de polémica. De salida, apuntó hacia el 6-1 del Camp Nou, con ese gol, antes del minuto de juego, de Van Nistelrooy. Pero luego el palo, y el linier con su banderín, taponaron la hemorragia. (Villaratazo). Entonces vinieron las expulsiones. Polémicas, como todas. Para mí, justa la de Perea, no tanto la de Van Nistelrooy, aunque tampoco para echarse las manos a la cabeza. Diez contra diez y muchos minutos por delante.

Hay quien sostiene desde hace tiempo que el fútbol ya debería ser diez contra diez, porque hoy los jugadores corren más, cubren más campo, y once contra once se provocan atascos. Anoche lo vimos: fútbol menos académico, nada sujeto, de ida y vuelta, con llegadas. Ataque insistente del Atlético contra una defensa ordenada, pero a la que Agüero y Simao, desde que entró, hicieron agujeros. Contraataques aislados del Madrid, que encontraban una defensa casi de papel, en la que naufragó particularmente Heitinga. Marcador estable hasta su doble derrumbe final. Y ganó el Madrid. Otra vez.

Partido que apuró hasta el límite las posibilidades de todos los jugadores. Hubo fracasos estrepitosos, como los de De la Red o Raúl García, y respaldos clamorosos, como los de Gago o Banega. Hubo mucha gente que salía de una lesión, mucha gente que está a punto de caer en ella. Mucha fatiga, mucho orgullo, mucho deseo de ganar. Dos buenos porteros, porque Leo tuvo tiempo para enmendar de largo su mala colocación en el primer gol. Hubo mucha ilusión en las dos aficiones hasta el último instante. Hubo un ganador final, el de casi siempre, pero nadie puede sentirse derrotado.