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Gracias, Alonso, por estas dos victorias

Esta temporada estaba siendo dura, con Alonso penando sobre su Renault, muy lejos de los Ferrari y los McLaren, inferior también a los BMW y los Toyota. Fruto quizá de un error de cálculo dos años atrás, cuando eligió McLaren sin valorar bien ni la categoría de Hamilton ni el enorme favoritismo del que éste iba a gozar en la escudería y, en general, en todo el entramado anglosajón de la Fórmula 1, tan ansioso de un campeón británico. Se encontró los enemigos en casa y tuvo que salir de allí por dignidad y por deseos de respirar un aire más sano. Y volvió a Renault y a Briatore. Su hogar.

Estaba siendo un mal año, hay que reconocerlo. Después de dos con título y un tercero en el que se quedó a un punto, se hacía raro verle ahí, en algo así como la 'zona Intertoto' de las carreras, pendiente de arañar algunos puntitos, con mucho esfuerzo y algo de suerte. Con ocho coches mejores que el suyo, poco podía hacer más que recoger lo que a los demás se les cayera, por errores o averías. Una temporada sombría en la que hemos sufrido con él. Pero la audiencia, que le ha sido fiel, está teniendo a última hora satisfacciones imprevistas: dos victorias que cambian el sabor de la temporada.

Y si lo de Singapur fue un puro milagro, lo de ayer no tanto. Es verdad que el entrevero entre los Ferrari y los McLaren le aclaró el panorama. Pero también es verdad que anduvo muy rápido y aguantó a Kubica y a Raikkonen toda la segunda mitad de la carrera. Ha bastado que mejorara algo el Renault para que hayamos vuelto a ver a Alonso ahí, para que borremos de golpe la mala sensación de estos meses pasados y recuperemos la alegría de disfrutar de este grandísimo campeón, que merecía esto. Y que obsesiona a Hamilton. Sólo hay que ver el alarde impropio que hizo para desdoblarse.