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La triple corona que le faltó a Indurain

La Vuelta llega a las puertas de Madrid, a la serranía carpetovetónica en la que dirimirá sus últimas escaramuzas. Hoy toca lo que los madrileños solemos llamar 'la vuelta a los puertos', o así. Por esas carreteras se afanan los cicloturistas, se entrenan los corredores 'amateurs' y los profesionales, se corre una clásica castiza en agosto. Es zona 'de ambiente', casi como las del País Vasco, tan ciclista. Y mañana, la cronoescalada (bonita palabra) en Navacerrada. Todo eso, se supone, debe respaldar el liderato de Alberto Contador, que el domingo se investirá en la Castellana como ganador, con todos los honores.

Habrá reunido así Tour, Giro y Vuelta. Dado que al Tour no le dejaron ir en esta temporada, la suya es una triple corona con el aura de campeón invicto, indesplazable. Es el primer español que obtiene esa triple corona. Indurain no acompañó sus cinco victorias en el Tour y sus dos en el Giro con alguna en la Vuelta, que bien habría podido conseguir en sus mejores años, en los que andaba sobrado. Una historia de incomprensiones impidió que Indurain hiciera lo que antes sí hicieron Anquetil, Gimondi, Merckx e Hinault: reservar en su calendario al menos un año para preparar y ganar la Vuelta.

Bueno, pues lo que no hizo Indurain lo va a hacer Contador, ese chico simpático, que sube con raza y corre con estilo contra el reloj. Tiene casta, tiene clase y le acompañan la figura y la sonrisa. Convocó a los españoles ante la tele la tarde del Angliru, que volvió a gozar de una audiencia gloriosa (pasó de los tres millones) y el día siguiente hizo una de esas gestas reservadas a los grandes: ganar en solitario vestido de amarillo. El ciclismo aún pena sus culpas del pasado pero se reactiva y se rehabilita con este joven campeón que hoy cabalgará la sierra madrileña en compañía de todos sus vencidos. El ciclismo aún está ahí.