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Es que resultó todo demasiado fácil

Cuatro goles sin despeinarse y no era para menos. Por este lado, el deporte español no tiene ningún problema. Este equipo tiene una soltura técnica que le pone a salvo de cualquier contingencia. Empezó con dos goles, sesteó, marcó otros dos después y se marchó tan feliz. Dos partidos, seis puntos, cinco goles, Villa que adelanta a Zarra, Casillas que acumula no sé cuántos minutos sin encajar gol y Bojan que por fin debutó, con lo que se espantan los temores, que tampoco eran excesivos, a que al final eligiera Serbia. Del Bosque se va de estos primeros exámenes tan tranquilo como llegó.

Con sus dudas, eso sí. Las dudas subsistirán. Capel jugó ante Bosnia, pero no ayer. Ayer empezó Cazorla, en funciones de Silva, ausente por lesión, pero no estuvo brillante. Güiza fue titular y tuvo que dejar su plaza sin ningún gol y con el gesto un poquito descompuesto. Da la sensación de que el equipo está tan bien hecho, incluyendo en este concepto sus reemplazos naturales (Cesc, Xabi Alonso, Albiol) que admite difícilmente cualquier novedad. Como esas telas viejas que, plegadas de nuevo, reclaman en sus dobleces su tendencia anterior. Y es que es la verdad: hay un equipo, y un equipo bueno.

Aunque ayer se olvidó durante un buen rato. Marcó muy pronto y muy fácil, y encima quizá supiera que Bélgica había empatado en Turquía, reparto de puntos que nos conviene. El caso es que España vagueó un poco más de lo justo. Menos mal que Iniesta, que es de la tierra, tiró y tiró del carro, impelido quizá por la obligación de satisfacer a sus paisanos, que no siempre disfrutan de la posibilidad de ver fútbol grande. Fue hermoso su esfuerzo, llama permanente en una noche que sin él se habría apagado. Quizá es que a este equipo, tan bueno, estos empeños se le hacen menores. Y hay que entenderlo. Es inevitable.