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Pues sí, el tenis huele mejor que el fútbol

El Príncipe de Asturias va para Nadal. ¿Quién podría oponerse? Nadal es un héroe, y además un héroe español. Ha ganado en el mismo año Roland Garros (su especialidad), más Wimbledon, más la medalla de oro en los Juegos Olímpicos. Además es un tipo sano, muy querido, inobjetable en todo. Alguna vez le he visto menos fino que el rival que tenía enfrente, pero siempre, en esos casos, ha echado mano de su garra, de su espíritu, para sacar los partidos adelante. Y eso le ha permitido ganar tantas veces Roland Garros, más Wimbledon este año. Y, como remate, el oro olímpico. Perfecto.

Nada que objetar a ese premio. Pero no puedo omitir que me queda un cierto mal sabor por el olvido de esa selección perfecta que ganó la Eurocopa, la selección del tiqui-taca, del estilo, del juego bien hecho. Me gusta el fútbol, no lo niego. Me gusta el fútbol porque se juega con los pies, lo que representa el grado extremo de desafío a las limitaciones que la Naturaleza nos impone. Y nunca he visto jugar tan bien al fútbol como jugó nuestra Selección en esta Eurocopa. He visto mejores futbolistas, pero nunca en mi vida vi a un equipo jugar con tanto estilo. Y creo que aquello hubiera merecido este premio.

Pero el fútbol arrastra prejuicios. Odriozola se refugia en la futbolitis para emborronar su fracaso. Aún hay gente sin reciclar que piensa y dice que el fútbol es canalla, profesional, atrabiliario y populachero. Así que está mejor visto tirar la pelota hacia otro juego, en especial el tenis, que en este caso además proponía un personaje estupendo: Nadal. Un chico que vivió en la Villa Olímpica, renunciando a los privilegios que podría haber disfrutado. El fútbol (Casillas, Xavi, Torres...) remolca una leyenda miserable. Mientras ese tufo se despeja, y falta tiempo para ello, bueno es aplaudir a campeones como Nadal.