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Cuatro cero al Schalke cero cuatro

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Noche capicúa y hermosa, noche feliz en el Manzanares, noche de emoción, angustia y goles, noche de recuperación de aquellas otras: la del Cagliari, la del Celtic... Noche bisagra en la historia del Atlético que, ahora sí, ahora está de verdad en la Champions, una vez aprobada la oposición final. El largo retorno de aquel maldito descenso no se había culminado hasta ayer, cuando ese tercer gol espantó las angustias y permitió liberar todas las alegrías, enterrar los gafes, gozar de un bonito final que aún trajo otro gol, el cuarto, y otro tiro al palo, el segundo. El Manzanares lo pasó en grande. Y todos, a través de la tele.

Y un abrazo al Kun, ese fenómeno de muchacho que se acaba de quitar el oro del cuello para olvidar el 'jet lag' y tirar del carro en este partido crucial. Con él se refrescó Forlán, que venía haciendo una mala pretemporada, y todo el equipo recobró el sentido y el optimismo. Un jugador así cambia un equipo, cambia cualquier partido. Desde el palco, su suegro sonreía satisfecho y orgulloso, imaginando quizás las diabluras del nieto que le viene. Pero no fue sólo el Kun: fue el esfuerzo de todo un equipo metido, dispuesto al sacrificio, concentrado, corriendo horrores, consciente de lo que había en juego.

Y que nadie crea que fue fácil. El Atlético empezó asustado. Cuando despertó, apretó mucho, consiguió sus dos goles y entonces pareció exhausto. Robinson lo advertía en la transmisión de Canal +: el esfuerzo era enorme, lo iba a pagar. Con dos a cero y media hora por delante, el equipo era incapaz de retener el balón, y cada minuto había una jugada de ataque del Schalke. La defensa apretaba los puños y los dientes, el tiempo avanzaba despacio. Todo era que le llegara algún otro balón al Kun... Y le llegó, y fue el tercero. Y otro, y fue el cuarto. No fue fácil, no. Pero con el Kun sí fue posible.