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Nadal y el baloncesto tiran del carro

Nos estamos quedando un poquito fríos, reconozcámoslo. Hemos tenido (hablo de Pekín) salida de caballo inglés y parada de burra manchega. Fue aparecer lo de Maribel Moreno y se rompió el encanto. De repente, las medallas se han convertido en diplomas, los diplomas en nada y el fútbol vuelve a llamar a la puerta. Con las previas de la Champions y de la UEFA, con la lista de Del Bosque, con los casos Etoo y Robinho, con la Supercopa que está a la vuelta de la esquina. El retumbar del fútbol que se acerca amenaza con apagar la música de los JJ OO, en la que empieza a faltar percusión.

Menos mal que tenemos a Nadal, podríamos decir. Y a esa selección de baloncesto que ahora, además de victorias, trae debates. Nadal es una baza fija, y encima parece que ha apartado de su vida ese adoquín en que tropezaba tanto: Federer. Se diría que al ganarle en Wimbledon le ha apagado el fuego interior, ese fuego sagrado del deportista invencible. Como los grandes boxeadores tras su primera derrota por K.O., Federer ha aprendido a caer. Ahora pierde con una facilidad pasmosa. Con la misma con que Nadal gana, aunque sea a medianoche, como ocurrió ayer por la lluvia.

Y el baloncesto. Decía que ahora, además de victorias, trae debate. Oigo discutir a mi alrededor si Aíto rota demasiado o no, si debería dar más minutos a los mejores de entre los mejores o no. No tengo opini lo que me gusta es que este equipo haya despertado esa pasión que lleva a discusiones hasta cuando las victorias son seguras y los objetivos se alcanzan uno tras otro. El partido del sábado contra los EE UU tendrá una audiencia de escándalo. No hay medallas, pero tenemos a Nadal y al baloncesto. Y ya se escuchan al fondo los pasos inquietos de Paquillo. Y el piafar de Marta Domínguez.