Cuando ganar se convierte en un hábito

Cuando ganar se convierte en un hábito

El Giro, Roland Garros, la Eurocopa, Wimbledon, ahora el Tour... Ganar es un hábito, dice Michael Robinson, y España lo está adquiriendo. Hay crisis, y crisis muy de verdad. Pero en días como ayer (y como será hoy) que van resultando muy frecuentes, la olvidamos con esos alegrones descomunales que antes escaseaban tanto. Cosas que pasaban cada veinte, treinta o cuarenta años pasan ahora con una intensidad pasmosa, el álbum de la memoria se nos va llenando de héroes nuevos, nuestra vida se enriquece con sobresaltos positivos. Algunos muy inesperados, como éste de Sastre.

Porque no partía entre los favoritos del Tour. Ni de este ni de los anteriores. Siempre le hemos visto como un voluntarioso y humilde patito feo, un peleador de las altas cumbres, en las que siempre llegaba con los buenos, pero no era capaz de dejarlos. Discreto contrarrelojista, además. Lo preciso para ser siempre de los diez primeros del Tour, si acaso rozar el podio, pero nunca ser primero. Ha sido cumplidos ya los 33 años cuando se ha rebelado contra su pasado y su imagen, se ha ido solo en el Alpe d'Huez para conseguir el amarillo de la forma más brillante y luego lo ha defendido contra el reloj.

Una buena contrarreloj, por otra parte. Corría contra un rival, Cadel Evans, y lo ha controlado perfectamente. Se pudo comprobar desde la primera referencia, o incluso antes: cuando vimos la seguridad de su golpe de pedal, su forma briosa y segura de trazar las curvas, su gesto determinado. Confieso que yo esperaba la de ayer como una jornada de sufrimiento y derrota, pero acabó por ser de tranquilidad y alegría. Pereiro, Contador, Sastre... Los triunfos en el Tour se encadenan, pero ya no se trata de un fenómeno, sino de un soberbio nivel colectivo. Como en todo el deporte español. Ganar es un hábito.