La paradoja del caso Luis Aragonés

La paradoja del caso Luis Aragonés

Es una paradoja: antes del Mundial, Luis prometió irse si no llegaba a semifinales, la opinión pública pidió esa marcha, pero se quedó. Ahora, tras esta brillantísima y triunfal Eurocopa, se le ve con ganas de seguir, la gente prefiere que siga, pero se va. Se va porque la Federación no le hace un guiño para que se quede, Del Bosque está apalabrado y él no se ve con respaldo para forzar la situación. Ayer, en un chat que tuve en AS.com detecté que en la afición preocupa el cambio. No por los personajes en sí, sino por la posibilidad de que 'el nuevo' retoque el equipo, aunque sea mínimamente, y lo estropee.

Luis no se fue tras el Mundial porque sabía en qué se había equivocado: en apostar sólo a medias por el tiqui-taca, en meter a Raúl cuando no debía, alterando el ecosistema. Tras eso lo pasó mal. El equipo lo notó y los resultados lo dejaron ver, al principio de la fase de clasificación. Pero no se quiso ir porque él sabía que tenía la solución, sólo que tenía que ser más drástico. Como el que tras un examen sabe en qué se ha equivocado, y sabe que si lo repite sacaría matrícula. Por eso no se quiso ir. Y apostó por el tiqui-taca hasta las últimas consecuencias, con una lúcida tozudez que le ha hecho triunfar.

Por eso acabó tan tranquilo, saliendo del examen con cara de 'ya lo sabía'. Fue parco en las celebraciones porque es así, pero también por añoranza de lo que dejó de hacer en la prueba anterior. Pero, si por fin se va, se puede ir satisfecho. Nadie ha conseguido tanto con la Selección. Ha generado por fin un estilo. Y tranquilos: no creo que Del Bosque se enrede. No es hombre vanidoso que vaya a querer meter su sello en algo que es tan perfecto. Tratará de que le dure como está el mayor tiempo posible, al menos dos años, hasta el Mundial de Suráfrica. Este mes es irrepetible, pero el equipo está ahí, y ahí seguirá.