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El fútbol como una de las Bellas Artes

¡Podemos, claro que podemos! Rusia, la Rusia de Arshavin que había borrado a la preciosa Holanda se pasó la noche entera persiguiendo sombras. La España del tiqui-taca tocó con paciencia e ingenio, controló el primer tiempo, sacó al temible Arshavin del partido y en la segunda parte elevó el fútbol a la condicion de octava Bella Arte. Fue hermoso. Fue un rondo aquí y allá, un acariciar la pelota de un lado a otro, hasta depositarla tres veces en la jaula de Akinfeev, que minimizó los daños en lo que pudo, pero que no llegó a evitar que esas tres pelotas se colaran en su portería. España, gloriosa finalista.

Sólo una mala noticia: una pequeña lesión muscular de Villa, el pichichi del campeonato que tanto ha puesto para traernos hasta aquí. Cuando escribo doy por seguro que no estará en la final. Ayer se fue lloroso, seguro de que el domingo no estará en un trance que merecía disfrutar. Pero España va tan larga de talento y de soluciones que pudo salir adelante sin él. Entro Cesc, con lo que se volvió al equipo de meses atrás, el que ganó la clasificación para este Europeo en ausencia de Villa, lastrado todo el curso por las lesiones. Un equipo probado. Un equipo rodado. Un equipo espléndido.

La segunda parte fue una maravilla. Fue como todos los buenos de la oficina reunidos en un lado para chulear a todos los malos. Daba placer verlos y tambien un orgullo íntimo, al pensar que toda España estaba viendo esa exhibición, asistiendo por fin a la elevación de nuestro equipo de fútbol a esa categoría excepcional que alcanza nuestro deporte en otras tantas especialidades, individuales y colectivas. Y hasta en fútbol, pero en clubes. Esta Selección ya no es el patito feo, el eterno perdedor de nuestro deporte. Ahora es la proa, porque gana, pero sobre todo porque interpreta el fútbol como una de las Bellas Artes.