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Adiós a la vieja maldición de los cuartos

¡Pasamos! La vieja maldición de los cuartos de final se quedó en los guantes de Casillas, que en la Selección suele vivir los partidos con mucha más calma que en el Madrid, pero que ayer se quedó solo ante el peligro. Solo frente a Buffon, cuya comparación resiste desde hace años; solo ante los desalmados tiradores italianos; solo ante la leyenda gafe de nuestras pertinaces caídas en cuartos; solo junto a su miedo, el miedo del portero ante el penalti. Paró dos, rozó otros dos. Dio validez a los aciertos de sus compañeros ante Buffon. Enterró una leyenda negra, nos hizo saltar de alegría a todos.

Pero sólo el final fue cosa de Casillas. Antes fue cosa de todos los demás. España jugó mejor que Italia, a la que en realidad ganó en todas las asignaturas: en fútbol, en dominio sicológico de la situación, en entrega y hasta en ese trance final, mezcla de suerte, entereza de ánimo, habilidad y buen portero. En todo ganó España, que no encontró el gol aunque lo buscó mucho, siempre con la paciencia y posesión que exige jugárselas con Italia, toda una tahúr de fútbol, que sale a esperar que te equivoques tú para resolver ella. Ahora espera Rusia, pero ahora sí pensamos de verdad que ya todo es posible.

Y ya que íbamos a pasar de cuartos, mejor así que de cualquier otra manera. Contra Italia, con esa pasión, con esa emoción, con ese calor, reventando los audímetros y en esa suerte maligna de los penaltis, que tantas veces nos ha dado la espalda. La enseñanza es que el pesimismo es tan gratuito como el optimismo, sólo que más negativo. Que los pesimistas también se equivocan. Hoy es un día para la alegría, para la exaltación de este grupo de muchachos que ha trabajado muy bien, para el hombre que les dirige y para esa fiesta que es el fútbol. Y el jueves, más. Es lo mejor de seguir: que volveremos a verlos.