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¿Hay selecciones nacidas para ganar?

Mal presagio. Confesémonos que en el Portugal-Alemania se proyectaba algo el ansia de España, que veía en el partido algo así como un ensayo del nuestro contra Italia. País ibérico, aspirante sin suerte, en gran momento de juego, con toque, elegancia y buenas críticas. Enfrente, un ganador clásico, de hoy y de siempre, que venía haciendo un torneo discreto, pero que está acostumbrado a auparse según sube el agua. Ganó Alemania, mecachis. Mal presagio. Alemania es asociable a Italia en lo esencial: es ganadora, es más difícil de rematar que Rasputín. El bello juego de Portugal se estrelló ante esa verdad.

Así que toca aplaudir una vez más, y con las mismas pocas ganas de siempre, la eficacia maquinal de Alemania, que aprovechó implacablemente los defectos de Portugal atrás, que los tiene, y gordos. Parecidos, ¡ay!, a los nuestros. Dos goles vinieron en centros a balón parado al punto de penalti. Así hemos encajado gol nosotros ante Rusia y Grecia. En fin, que Portugal se fue, con Deco en todo lo alto y Cristiano como un pequeño chasco. Y con, a mi juicio, poco respeto por el dolor de Portugal al hablar de forma tan inmediata de su cuestión. Podría haber respetado el luto de su afición uno o dos días.

Hablaba del paralelismo con el partido de mañana, en el que nosotros 'vamos' de Portugal e Italia 'va' de Alemania. La pregunta es si se pueden establecer consecuencias de lo del jueves. La respuesta es no. Me niego a pensar que haya selecciones nacidas para ganar y selecciones nacidas para perder. Me niego a olvidar que sólo con que el árbitro hubiera pitado el empujón de Ballack el final podría haber sido otro. Me niego a despreciar el precioso y eficaz juego de España. Me niego al fatalismo. Ni siquiera Sergio Ramos y Luis, con su triste número de códigos y reproches, consiguen enfriarme.