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Rodará el balón con el Rey por testigo

Final de Copa del Rey, sí, nada menos. Motivo para entusiasmo, atención, felicidad, parabienes al ganador y reconocimiento al perdedor. Pero, ¿por qué hoy? Nos la colocan a martillazos entre jornada y jornada de Liga, cuando tanto está por resolver. Al Madrid le queda acertar con el descabello, el Barça aún apura sus posibilidades en la Champions, el Atlético, el Racing y el Sevilla se disputan la cuarta plaza... Por abajo, el Zaragoza espera el Recre poniendo estampitas a la Virgen del Pilar (el Recre tiene a la Santa Paloma) y el Valencia, finalista hoy, maneja el calendario como una caja de bombas.

Es absurdo que la final de Copa llegue en circunstancias así. Pero no hay que extrañarse. El fútbol español es un engendro de Villar y Tebas, dos tipos menores que aprovechando que el resto está a sus afanes particulares han instalado su tienda de campaña en ese páramo intelectual. Culpables todos, responsable, ninguno. El caso es que hay lo que hay, y entre las cosas que hay están el arbitraje miserable que vivimos, con Iturralde por ahí suelto, los comités, el despelote de horarios pro-sexta que monta la Liga (ayer Astiazarán pidió, a buenas hora, perdón al Getafe) y todo eso. En fin: Villar más Tebas.

Pero hoy rodará el balón, con el Rey por testigo. Con el Getafe, ese ejemplo moral que tiene a España admirada, como equipo favorito de la mayoría. Pero con un Valencia cuya historia y jugadores merecen un respeto, más allá de su triste destino actual, sometido a la inepcia de un rico heredero. Ellos son buenos jugadores, que eliminaron al Barça en semifinales, que ganaron en el Bernabéu, que defienden la dignidad de su oficio, tantas veces sometido al arbitrio de chuflas adinerados que llegan a mandar en sus vidas, como es este triste caso. Getafe, gran club. Valencia, grandes jugadores. Curiosa final. Y bonita.