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Un Madrid con dos extremos abiertos

Para esta tarde se espera un Madrid con dos extremos abiertos. Así jugaban todos los equipos no hace tantos años, hasta que los entrenadores empezaron a desconfiar de ellos. Les veían demasiado especialistas, y resolvieron sustituirles por centrocampistas de ida y vuelta, entre los que encontraron algunos con velocidad y buen centro, para hacer como si fueran extremos. Hablo de los años de Míchel y Gordillo, por ejemplo, que excelieron en esa función. Pero no todos eran tan buenos. Todos eran, eso sí, trabajadores. Y los extremos pasaron al olvido, ya desde las canteras. Paleoantropología futbolística.

Y sin embargo siguen naciendo, por generación espontánea, y hasta sobreviviendo. Ahí está Crusat en el Almería, el equipo de moda. Y hemos disfrutado a Joaquín. Y a Vicente hasta que se lesionó. Eso sí, casi todo el que los utiliza es de uno en uno. Un extremo a un lado, como mucho, y al otro lado un trabajador incansable, para compensar. Por eso hoy es novedad eso tan antiguo de dos extremos abiertos, hombres de ataque, de los de ir a por el defensa, eludirle y, una vez limpiado el panorama, ganar rápido unos metros y buscar la portería o el pase al corazón del área. Fútbol bonito.

Seguramente Schuster se atreve por el partido de que se trata. Clemente va a poner el autobús delante de la portería. Tanta gente hará una barrera menos densa si se la obliga a cubrir todo el ancho del terreno, los 75 metros. "Hay que ser anchos para ser profundos", le escuché decir a alguien, no recuerdo a quién. Para eso sirven los extremos, y por cierto, sirven más a esa función si juegan en su lado, no a pierna cambiada para buscar la diagonal y meterse en el follón. Así espero verlos hoy, Robinho a la derecha, Robben a la izquierda, buscando, eludiendo y escapando por fuera para meter el balón dentro. Como antes.