El fútbol debería ser siempre así

El fútbol debería ser siempre así

El Sardinero, a reventar de aplausos y bufandas verdes, hizo salir de nuevo a saludar a los toreros. Mientras, el humilde equipo azulón, flor nacida en la sufrida periferia de Madrid, acariciaba feliz su segunda final. Ochocientos hinchas, una mancha azul en el mar verde, le habían acompañado en el viaje. En el cuerpo de todos quedaba ese regusto feliz que deja el buen fútbol, el fútbol bien hecho, el fútbol abierto, generoso, rápido, pensado para el gol, urgido por la evidencia de que sólo uno va a pasar, y que el otro va a quedar fuera sin remedio. Ese tipo de fútbol que sólo nos ofrece la Copa.

Magnífico Racing. Tenía por delante una tarea difícil pero la encaró con ánimo. Salió como una furia, cazó su gol pronto, y luego bajó una velocidad, pero sólo una. Serrano fue un extremo grandioso, Tchité un demonio en el ataque, Munitis un sabio merodeador. El Getafe cedió y crujió, pero no llegó a quebrarse. Es un equipo entero, con empaque, que ayer dio otra prueba de categoría. Sufrió hasta que Serrano fue expulsado. Luego vimos otro partido. Y llegó el gol, acompañado, lástima, de esa fea polémica por la lesión de Garay. La jugada fue rápida, el daño no era fácil de advertir. Eso es fútbol. O así era el fútbol.

Un buen finalista en todo caso, como lo hubiera sido el Racing, que al menos ha roto su techo y sabe ya que está para empresas mayores. El otro finalista saldrá hoy de Mestalla, de un partido al que no ha ido Ronaldinho, del que no sabemos si es lesionado, suplente o veraneante prematuro. Tampoco estará Albelda, que sí tiene status claro: represaliado. Son los dos nombres que sugieren el mal momento que atraviesan ambos clubes. Uno de ellos, al menos, saldrá reconfortado esta noche: el que pase. Porque jugar una final de Copa no es ninguna tontería, y bien que lo saben ambas aficiones.