La escena que nos hiere y nos aturde

La escena que nos hiere y nos aturde

Ahí están, sentados ante el juez, el presidente-propietario del Valencia y el jugador emblema de la última época del club, y casi diría que de su historia, 'exaequo' con Puchades. Un desfile de jugadores y empleados para testificar, aficionados en las puertas del juzgado, discutiendo agitados, y para colmo escenas de protesta laboral de los funcionarios de los juzgados. Es el drama del Valencia en toda su crudeza. Una escena de autofagia, en la que el club se ataca a sí mismo, porque se atacan el propietario de las acciones y el jugador emblema. Se atacan el cuerpo y el alma, para destrucción del ser.

Es feo, pero hay un malo y un bueno. El malo es el dueño, ese hijo de rico al que le compraron el club en vez de comprarle una bici, como debe hacer todo padre moderado con sus hijos: pagarle el colegio y comprarle una bici. Lo demás que se lo busque él. Pero le compró el Valencia, a la sazón en el mejor momento de su historia, bien regido por Jaime Ortí. Pronto el feliz heredero tuvo envidia de aquel presidente, le desplazó y desde entonces se ha dedicado a hacer mal todo lo que aquel hacía bien. Muele entrenadores, secretarios técnicos, equipos médicos, responsables económicos. Y hasta jugadores emblema.

La otra parte es esa, el jugador emblema, un valiente que ni da ni pide cuartel cuando está sobre el campo, que apuntala a la Selección Nacional y que ha protagonizado los mejores años vividos por el valencianismo. Siempre vio con mala cara cómo hacía las cosas Soler, lo comentó discretamente más de una vez y el dueño se lo quiere hacer pagar con lo más dañino: impidiéndole jugar al fútbol. En el Valencia o donde sea. Albelda está en una edad en la que el tiempo corre más deprisa para un futbolista. Lo que le hacen es canalla, por eso se ha tenido que defender. Y dar lugar a esta escena horrorosa.