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Jugadores: ni monjes ni perdularios

Reclama Deco en una entrevista el derecho de los futbolistas a salir de noche. Derecho a la libertad individual, indiscutible en los términos de nuestra convivencia. Pero según estoy acabando de leer la entrevista me llega el estruendo que se ha producido en Brasil por la juergaza del equipo nacional tras la goleada sobre Ecuador. Les siguieron cámaras y hay imágenes. Nada malo, podremos pensar. Chicos y chicas jóvenes que se divierten en compañía, algún trago y aquí no se ha roto nada. Sólo que Robinho y Ronaldinho no jugarán hoy con sus clubes, y eso ya es otra cosa. Eso es no cumplir.

Frente a esa libertad individual reclamada, con razón y derecho, por Deco, está la necesaria honradez del jugador para con su club y su afición, de los que vive y a los que se debe. Un futbolista ha de ser una máquina de precisión y como tal conviene que se cuide. Otra cosa es incurrir en desconsideración, hasta en deslealtad. Con el club como empresa, con los compañeros de equipo, que tendrán que prescindir de su ayuda, con la afición que paga devota para contemplar sus habilidades y que espera que su equipo gane todos los partidos. Es cuestión, en fin, de responsabilidad.

Por supuesto que nadie puede pretender que veinteañeros con tiempo libre, mucho dinero y las más bellas del lugar acosándoles vivan como monjes y se acuesten cada día a las diez. Pero de ahí al trasnoche continuo, a la juerga con alcohol y al abandono del entrenamiento hay un gran trecho. Hay días y días. Días alejados del próximo partido en los que el exceso es recuperable, y días tan cercanos al próximo partido que te inhabilitarán para jugarlo. Ni monjes ni perdularios, en fin. Diversión y compromiso. Hay tiempo para todo. Y, cuidándose, alargan sus carreras muchos años.