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El segundo gol, o el elogio del tiqui-taca

Hasta veintiocho toques por bota española llevó el balón en el segundo gol de anteayer, anotado por Sergio Ramos con una exquisitez. Salvo Casillas y Albelda, todos intervinieron en la jugada. En elAS de ayer tienen el trazado de la jugada, empezando por aquí, siguiendo por allá, volviendo, retrocediendo, avanzando, esperando. Se trata de tener el balón y moverlo, en la confianza de que la jugada aparece sola, de repente. Y entonces, sí, entonces hay que precipitarla y llegar en toques rápidos: Xavi-Tamudo-Sergio Ramos-gol. Cuando se produce la aceleración, la defensa está dormida.

Es lo que tiene el tiqui-taca: que al rival le hace ausentarse del juego, perseguir sombras, sentirse burlado, perderse en ese cendal flotante de leve fútbol en el que parece que el que tiene el balón no está haciendo nada, cuando en realidad está fabricando, con paciencia, una llegada que cogerá a los defensores ausentes, relajados. De paso, mientras tienes el balón no lo tiene el contrario. A veces ese fútbol resulta premioso y aburrido hasta para la afición propia, que se impacienta, porque quiere emociones fuertes. A mí mismo me pasa. Pero luego demuestra su tremenda eficacia.

¿Es el tiqui-taca el mejor fútbol posible? Para muchos sí, para otros, no. Otros valoran más el juego directo apertura a la banda, centro, llegada de los de atrás en oleadas. Es emocionante y puede ser productivo. En Aarhus nos lo hicieron cuando perdimos el balón, la confianza en el toque, y nos hicieron temblar. Todo fútbol es válido, sólo que hay que elegir según los jugadores que se tiene. Y con los que tiene España lo inteligente es el tiqui-taca, defenderse con el balón, mover, distraer y acelerar cuando aparece la jugada. Eso sí: con el pensamiento siempre puesto en el gol, como fue el caso de Aarhus.