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Un equipo es un estado de ánimo

Recordémoslo hoy: la primera vez que España jugó un partido de selecciones nacionales fue ante Dinamarca, en los JJOO de 1920, en Amberes. Y lo ganamos. Y acabamos esos JJOO con la medalla de plata en fútbol, y aquella medalla dio lugar al estallido del fútbol en nuestro país, un big-bang cuya expansión aún no cesa. Era un equipo con Zamora y Samitier como figuras singulares, más una abrumadora mayoría de jugadores vascos. Tiempos en los que sólo en el Norte había campos de hierba, en los que se alababa el 'toque' (hoy diríamos desplazamiento o pegada) de los jugadores de aquella parte.

Luego Dinamarca nos ha seguido dando alegrías. No es fácil explicar por qué, pero se nos ha dado bien. Estos días lo ha recordado Laudrup en nuestras páginas. Laudrup, ese gran futbolista que se cruzó en, para él, malas horas con nuestra Selección. Los referentes animan, pero anima más todavía la certeza de que, hoy, tenemos muy buenos futbolistas. Mejores que los que tiene Dinamarca. No son los mejores futbolistas de nuestro campeonato, cierto, pero sí están cerca de ellos. Y juegan en el Madrid, en el Barça, en el Valencia, en el Liverpool, en el Arsenal. Los daneses están en escala más baja.

Otra cosa es el estado de ánimo, y un equipo es un estado de ánimo. La ilusión pionera con que viajaron aquellos remotos héroes de 1920 o la fe juvenil del grupo de La Quinta del Buitre en Querétaro ayudaron a aquellas victorias. ¿De dónde sacar ahora esa fe? De Luis no, me temo. De la necesidad, sí. Necesidad de llegar a la fase final, necesidad de dar sentido a este torturante goteo de partidos de clasificación, incómodos y mal mirados. Necesidad de pisar ese espacio, la fase final de la Eurocopa, que el talento de estos chicos merece. Y el recuerdo de tantos buenos precedentes. Superstición positiva.