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Luis en su laberinto. Y al fondo, Raúl.

Luis da esta mañana lista para los próximos partidos de España. A saber: la decisiva visita a Dinamarca (sábado 13) y el absurdo amistoso en Helsinki (miércoles 17). La pregunta salta en los corrillos: ¿llamará a Raúl? El capitán madridista ha vuelto a jugar bien, eso es evidente. No tan bien como cuando hace media docena de años le disputó el Balón de Oro a Owen, pero bien. ¿Suficientemente bien? Ahí es donde las opiniones se dividen y los pronósticos sobre su convocatoria se entrecruzan. Tengo buen trato con los más acreditados luisólogos del país y no les veo seguros ni del sí ni del no.

Por mi parte, pienso que Raúl está en nivel para entrar en los veinte primeros, aunque no necesariamente entre los once primeros. Ahí veo razonable preferir a Villa y Torres, aunque puede haber opiniones en contra de este criterio. Lo que sí pienso es que tal y como están las cosas Raúl debería ser al menos el siguiente, pero aquí es donde me parece que topamos con algo innegociable: Raúl no se sabe meter en la piel de suplente. En el Mundial estuvo incómodo, le hizo sentir incómodo a Luis y de ahí el posterior destierro, que dura ya un año. En el Madrid ya se ve: rotan muchos, él se salva.

Con todo y eso, me gustaría que Luis llamara esta mañana a Raúl. Que se atreviera a llevarle, aunque fuera para estar a la expectativa de un cambio. Me gustaría porque me parece lo justo, pero sobre todo me gustaría porque creo que esta Selección necesita algo que le dé vida, y el retorno de Raúl sería en estos días una especie de terapia de shock. Ese ambiente mohíno, como de cosa inoportuna que interrumpe la Liga para pasear su maldición de aquí para allá sin motivo no provecho está terminando de rematar a este grupo. La llamada de Raúl convocaría un interés que ahora se necesita como el respirar.