NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Con la garra del Madrid de Capello

Escribo con los ojos aún deslumbrados por el tremendo ritmo que el Valladolid le metió al partido. Decía al final Michel Salgado que pensaban que eso duraría un cuarto de hora. Pues no: duró seis cuartos de hora, más los añadidos correspondientes al final de cada tiempo. El Valladolid fue una tormenta incesante, un fútbol vertiginoso que arrollaba al Madrid por energía, por disposición, por velocidad y por fondo. Fútbol casi en trance, sin más defecto que no meter un poquito de pausa cerca del área, en busca de lucidez y precisión. Por eso creó pocas ocasiones para todo el fútbol que hizo.

Alguien a mi lado se quejaba: "¿Por qué todos los equipos juegan así contra el Madrid?" Pues porque es el Madrid, el único que tiene treinta Ligas y nueve copas de Europa, y además es también el único que puede gastarse cien millones de euros un año sí y otro también. Todo el Valladolid cuesta menos de lo que el Madrid se ha gastado en Pepe. Eso obliga al Madrid a enfrentarse en cada salida a una motivación extra, a un campo a reventar, a un entusiasmo propio de día de fiesta mayor. A eso tiene que responder: con juego cuando puede, con coraje, recursos y oficio cuando el juego no llega. Como ayer.

Porque sin Sneijder el Madrid no es tanto. Guti pierde un socio pero además se encuentra más vigilado, porque no reparte vigilantes con él. Drenthe no le apoyó nada. Robben duró dos jugadas, le falta mucho. Pero el equipo sufrió todo el partido, luchó contra la tormenta, pasó las de Caín. Y demostró que los jugadores de clase pueden ser luchadores y salvar un resultado con los dientes apretados y alguna jugada luminosa. El trabajo no es sólo la condena para abruptos pateadores. También es una obligación para los exquisitos, en especial cuando las circunstancias lo exigen. Como ayer en el Nuevo Zorrilla.