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La Vuelta a España que menos se siguió

La Vuelta a España rinde viaje en Madrid, con su clásico 'show' en la Castellana, que rematará con la coronación de Menchov, escoltado por Carlos Sastre y Samuel Sánchez. Al final, los ataques insistentes, valerosos y muy de agradecer de estos dos últimos corredores le han dado cierta emoción a una Vuelta que, sin eso, transcurría entre una languidez extrema. Nunca una vuelta se ha seguido tan poco como esta, al menos que yo recuerde. Culpa del bache del ciclismo, de su pérdida de credibilidad, que habrá que remediar. Culpa de la coincidencia en dos semanas con el Eurobasket. Pero no sólo eso.

El ciclismo está en tiempos oscuros y debe empezar por ayudarse él mismo. Por ejemplo, en la Vuelta, conviene que estén los mejores españoles. Pero Valverde no vino, empeñado como está en un Mundial en el que resulta que no le quieren. Tampoco Contador, quizá abrumado por su nueva responsabilidad de ganador del Tour. Mal los dos. ¿Es incompatible el Mundial con la Vuelta? ¿No merece la Vuelta al flamante ganador del Tour, al que no le hubiéramos exigido demasiado? Hay que decirles a ellos, y a quien corresponda, que la Vuelta les necesita, que el ciclismo no puede hacer estos regalos.

Encima, a ellos se juntó la enfermedad de Pereiro, que tuvo que bajarse de la bici. Así que esto quedó para Sastre y, a última hora, para Samuel Sánchez. Y, como telón de fondo, un trazado aberrante debido a Abraham Olano, como pensado para él mismo, sólo que él ya no corre. Una contrarreloj de 53 kilómetros en la primera semana, en una autovía. Toma ya. Poca montaña. Toma más. Sin contrarreloj de montaña. Toma más aún. Todo pensado para el ciclismo que menos encaja para nuestros gustos, para el ciclismo de Menchov. Así que, batida por tantos flancos, la Vuelta ha hecho agua. Hay que espabilar.