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De esta manera no se hacen amigos

El Madrid vino el año pasado al Carranza para hacer amigos, y fue al revés. La indolencia general y el planteamiento aburrido de Capello dejaron a la gente defraudada y molesta. Calderón decidió en ese mismo momento que este año volverían para enmendar aquella decepción. Pero ha sido peor. La misma indolencia, sólo que con añadidos desagradables, particularmente ayer. Ya en la víspera el Madrid había dado el sainete, con un partido en el que ni chutó a portería. Y con la ocurrencia final de Schuster de sacar a Dudek por si los penaltis, con el resultado de su ridícula estatua en el tiro de Caffa.

Pero lo de ayer fue aún peor. Y ante el equipo anfitrión, gran parte de cuya afición mira con la mejor cara al Madrid, precisamente porque contribuyó mucho a la leyenda del Carranza en sus años gloriosos. Para empezar, Calderón desertó del partido, lo que es un mal principio si de verdad lo que se pretende es hacer amigos. Para seguir, el equipo jugó con la misma indolencia que la víspera, recostado cómodamente en la ventaja de un gol de penalti. Luego, cuando el Cádiz empató y elevó el tono del partido, se enredó en broncas hasta acabar sinceramente detestado por un público que había ido a aplaudirles. Mientras nadie subía por la copa de tercer clasificado (al final apareció Van Nistelrooy, capitán con un solo año en el club) pensaba yo que así no se va por el mundo. Que para estos sainetes mejor ir a Asia, o más allá, donde la vergüenza quede diluida por la distancia. Que a Cádiz, ciudad bimilenaria, con un Carranza que pasa de los cincuenta años y una afición que siente predilección por el Madrid, no se puede venir así. Que alguien debe decirle a Schuster que sí se va al Carranza a ganar, alguien debe pedir a los jugadores que hagan respetable al Madrid, explicarles en qué consiste esto. Sobre todo a Pepe.