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Un diez para el Athletic Club de Bilbao

Aún no conozco a García Macua, nuevo presidente del Athletic, pero me cae magníficamente por su decisión de echar a Sabino Padilla, jefe de los servicios médicos del club. García Macua llevaba esta promesa en su programa electoral. Ganó y la ha cumplido. No hay que añadir que si ganó con esa promesa (entre otras) es que la masa social del Athletic no veía en su mayoría con buenos ojos la permanencia del médico en el club. Y no sólo García Macua: otro de los tres candidatos, Javier González, llevaba en su programa la destitución de Padilla. Sólo Ercoreca, que perdió desde el poder, pensaba mantenerle.

Lo mejor que puede decirse de Sabino Padilla es que era el jefe de los servicios médicos del Athletic cuando Gurpegi dio positivo, y que arrastró al club a respaldarle en su descabellada estrategia defensiva hasta la justicia ordinaria, con derrota final. Padilla pretendía que Gurpegi genera la nandrolona "de forma endógena" pero que para demostrarlo él tenía que inyectarle previamente no sé qué. Gurpegi, sobre el que luego volveré, sufrió dos años de suspensión. Aún le quedan unos meses. Sabino Padilla, que procedía del ciclismo, se dejó ver por el Tour estos últimos días. A refrescar contactos.

Desde ahora, cuando desde el ciclismo se diga eso de que ¿y el fútbol qué? se podrá responder que el fútbol tuvo su más visible contaminación procedente del ciclismo, y que ya se la ha quitado. Respecto a Gurpegi, deseo que los meses que le restan transcurran cuanto antes, pero me asombra su declaración ensalzando a Padilla como un gran médico que despierta envidias. ¿Envidias de quién? ¿De su nuevo presidente? ¿De ese 59,24 % de votos que fueron a García Macua o a Javier González? Empiezo a pensar que una variante de Síndrome de Estocolmo somete a los deportistas ante estos personajes.