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La tediosa primera semana del Tour

Discurre la primera semana del Tour como casi siempre: largas etapas llanas, algunas caídas, amenazas de corte, nerviosismo en el pelotón, llegadas al sprint tras escapadas fallidas... A los españoles esta semana nos sobra, nos aburre. A los españoles nos gusta el ciclismo de montaña y vemos estos días como una semana perdida. Antes era peor: antes la veíamos como una semana odiosa, porque nuestros corredores no se apañaban para llanear, naufragaban en los cortes, no sabían formar abanicos y Bahamontes llegaba a la montaña con más de media hora perdida. Y luego, a remontar.

¿Por qué esta semana? Pues porque en otros lugares sí gusta este ciclismo. Particularmente en Bélgica y en Holanda, pero también en otros sitios. Y el Tour es de todos y ofrece esta variante en la que cada etapa es una clásica, en la que los aspirantes a ganar la etapa (o la carrera) tienen que pelear por estar arriba, porque un despiste puede ser fatal. Días sobre los que planea siempre la amenaza de una 'escapada bidón', una de esas que cuajan porque no hay ningún gran aspirante en ella, y entonces acumula muchos minutos, y quién sabe si acaba decidiendo un Tour 'a lo Walkoviak'. O 'a lo Óscar Pereiro'.

Nosotros no le sacamos el gusto, ya lo sé. Y eso que algo nos vamos interesando, gracias a Óscar Freire. Nosotros, desde que en 1933 Trueba ganó el primer Gran Premio de la Montaña, establecido aquel año, no tenemos ojos para otra cosa. Y dormitamos en el sofá una y otra tarde mientras el pelotón atraviesa preciosas campiñas. Guardamos el desvelo para cuando la carretera se empine, para cuando la pelea se eleve hasta la frontera entre el cielo y la tierra. Mientras, seamos comprensivos. A los belgas y a los holandeses les gusta esto. C'a uno es c'a uno. Y además, hasta puede ganar alguna Freire.