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La incomparable emoción del fútbol

Decía Wooddy Allen en una entrevista en el Magazine de L'Equipe que le gustaba mucho el deporte. Explicaba que una obra de teatro o una película podían ser más bellas, que te sumergían fácilmente en el argumento, pero que "la capacidad del deporte para cambiar el argumento en un instante es única". De eso hemos tenido muchas pruebas en esta Liga. La última, el sábado pasado, cuando en diecisiete segundos el Barça perdió tres puntos de ventaja con respecto al Madrid y volvió a quedarse atrás. Hoy viviremos en dos sesiones emociones inigualables. No sabríamos vivir sin fútbol.

Hablamos mucho del título, porque Madrid y Barça absorben la atención, pero el descenso amenaza al Athletic, el Betis, el Celta y la Real, clubes con historia, de estatura superior a esa posición en que se encuentran. En el caso de los vascos, no se conciben en Segunda División. El Athletic no ha estado nunca, la Real lleva cuarenta años de permanencia en Primera, toda una generación. Lo grande de la jornada es que en no todos los casos vale con lo que tú hagas, sino que habrás de estar pendiente de lo que pase en otros campos. Unos se pueden salvar perdiendo, otros pueden bajar hasta ganando.

Y la UEFA, con el Zaragoza, el Villarreal (sacudido por el virus FIFA) y el Atlético. Claro que para ellos está el colchón de la Intertoto. Y la Liga, sobre todo la Liga. El Madrid lo tiene en su mano, pero haría mal en creer que lo tiene hecho. Nunca ha fallado en esta circunstancia. Nunca un equipo ha dejado escapar la Liga si le bastaba con ganar un partido en su campo, salvo el Depor aquel día del penalti de Djukic. Pero un partido puede atascarse en cualquier circunstancia, por el menor motivo. No caben distracciones, no caben cánticos, no caben abrazos hasta que todo termine. Esa es la ley.