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Sobre el idiota del Dimamarca-Suecia

Nos queda colgado el asunto del Dinamarca-Suecia, aunque yo creo que el desenlace es seguro: cero a tres para Suecia y un paquete de partidos en campo neutral para Dinamarca. A nosotros eso del 0-3 nos hace un poquito de daño, porque le regala goles a Suecia para un eventual empate final. Pero a cambio, el cierre del campo a Dinamarca nos va a favorecer, porque tenemos que visitarles en octubre y, sea donde sea, nos resultará más fácil. Porque además estarán hundidillos, en la tabla y en la moral. En realidad, todo se va dibujando para que una victoria aquí sobre Irlanda del Norte nos clasifique.

Pero está el meollo de la cuestión, que es la inmediata suspensión del partido por parte del árbitro. Recibió un golpe, sí. Un golpe amortiguado gracias a la intervención de un defensa danés. Un golpe sin daño. Podría haber seguido arbitrando. Quedaban dos minutos que hubieran empezado por el lanzamiento del penalti. Supongo que hubiera ganado Suecia 3-4, marcador más justo y admisible para todos, y luego le hubiera llegado el paquete de rigor a Dinamarca. ¿Por qué paró el árbitro? Porque es la instrucción que tienen. Los poderes futbolísticos estiman que el ataque al árbitro es motivo de suspensión.

Durante muchos años el fútbol se jugó con vallas, para evitar estas cosas. Pero en ocasiones de movimientos de pánico o de avalanchas inesperadas las vallas funcionaron como trampas mortales, casos de Heysel y de Sheffield. Entre eso y que nos consideramos ya lo bastante civilizados las quitamos. Pero de cuando en cuando aún quedan idiotas que saltan al campo, a hacer strip-tease, a abrazar a un jugador, o a pegar a un árbitro. Entre 30.000 ciudadanos que asisten a un campo de fútbol ha de haber, por mandato estadístico, bastantes idiotas. En el fondo salimos bien librados, un domingo y otro.