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Los enemigos son para las ocasiones

Llega el Bayern, todo un trueno para el madridismo. Los amigos son para las ocasiones, suele decirse. Los enemigos también son para las ocasiones, digo yo ahora. Tal y como está el madridismo, sólo el Bayern, con esa larga leyenda de enfrentamientos, desafíos, triunfos y reveses, puede provocar al menos dos horas de unidad. Dos horas de fútbol fogoso, de entusiasmo colectivo, de unidad en una causa común, de repetición de esas viejas sensaciones que sólo la ya cincuentenaria Copa de Europa provoca. Quién sabe, quizá aún sea posible. Puestos a desear, quizá hasta meta un gol el Madrid.

Pero ya no sé si es posible. Ayer mismo se nos fue la tarde tras otra pista falsa. Capello no ha dimitido. (¡Lástima!). Todo fue que Mijatovic le insinuó la conveniencia de volver al equipo de solteros y Fabio se encampanó. De ahí salió la historia de una dimisión que resultaba espectacular por el día, víspera del Bayern, pero que resultó tan falsa como tantas y tantas y tantas noticias que hemos escuchado y leído desde que Calderón es presidente. La mayoría, emitidas desde las sentinas del florentinato, empeñadas en mantener un sensación de caos incesante. Y todas agitadas por una moda irresistible.

Pero no, Capello sigue, y va a seguir si un espectacular resultado adverso esta noche no lo remedia. Yo bien desearía que tuviese la vergüenza torera que en su momento tuvo Camacho: vio que no podía con el asunto y se marchó perdonando el dinero. Fue una decepción, pero al tiempo fue un gesto noble. De Capello no lo espero, sinceramente. Ya sólo espero que no salgan ni Emerson ni Cannavaro, volver a ver a Gago y a Higuaín, al menos un ratito, sentir que por dos horas el Bernabéu vive unido. Y, si es posible, un gol. Ya que el Madrid de Capello rinde un golito al mes, a ver si hay suerte y toca esta noche.