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España paró, mandó y templó

Pues me gustó España, me gustó seriamente. Salvado el tremendo susto inicial, esos cinco minutos en los que la noche nos hizo presentir otro Trafalgar, España encontró el ritmo del partido y no lo perdió ya. Un equipo bien hecho, suelto, con seguridad en todos, con brío y fe, convencido cada cual de su papel. Pese al poco tiempo disponible el partido había sido bien estudiado, sin duda. Desde la forma de afrontar los pelotazos a Crouch hasta la presión para tapar la salida de los ingleses. Pasando por la elaboración de juego, la rápida conexión entre Albelda y Xavi, y la distribución de éste hacia las alas.

Fue una selección con empaque y seguridad, antes y después de los cambios. Y esto último es importante, porque contra Dinamarca faltarán, por tarjetas, Sergio Ramos y Puyol, así que bien ha venido esa segunda parte (en la que llegó la victoria) para asentar el papel de Ángel y Javi Navarro en el equipo. Pero la estrella de la segunda mitad fue, sin duda, Iniesta. Fuera sombreros. Su sencilla perfección elevó la superioridad de España sobre Inglaterra varios palmos, y fue justo premio a su calidad, y a la callada conformidad con que guarda turno en este equipo, su gol, golazo soñado, golazo cruzado a la escuadra.

Así que nada de la otra pesadilla. La pesadilla se queda en Inglaterra, donde tienen por delante lo suyo. También se les ha atascado el grupo, por un empate en casa ante Macedonia y una derrota ante Croacia. Tienen por delante a estos y a los rusos. El seleccionador estaba cuestionadísimo. Ahora lo estará más, porque allí se exige mucho de la Selección. No sólo hay tan grandes clubes como los nuestros, sino que tienen cierto pasado con la Selección y, caramba, son los inventores. Por contra, España recobra la calma, que falta nos hacía a todos. Fue otra cosa. Quizá es que el 'trauma Raúl' va quedando lejos.