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La mesa que nunca hubiese querido ver

Si algo me faltaba era lo que me ocurrió ayer: encontrarme en un restaurante, juntos y en comandita, a toda la cuadrilla que ha perpetrado la operación Ronaldo, vendido al Milán anteayer por la mitad de lo que se ofrecía en verano. Allí estaban Capello y su fiel Galbiati, Galliani, Bronzetti y Baldini. 'Tutti quanti'. No era un restaurante recóndito, sino el más afamado cenáculo futbolero de Madrid. No estaban en un reservado, sino bien visibles, en una mesetita camino de los urinarios. Galliani, el que llamó bandido a Calderón, con Capello, el que retuvo a Ronaldo y lo entrega ahora por la mitad.

Capello venía de tener una bronca con Guti, que le mandó a esparragar en el entrenamiento. Al final de la sesión, había hecho trabajar aparte a Cassano y Beckham, señal de que siguen sin contar. Lo de Oliveira se había esfumado. Pero a Capello no se le había ido el apetito, ni le daba reparo dejarse ver en esas compañías en lugar tan concurrido por gente del fútbol. Calderón y Mijatovic le han entregado el club y él hace lo que le viene en gana, sea contratar a Emerson por dieciséis millones, vender a Ronaldo por siete y medio, arrestar a Beckham o comer con quien llamó bandido a su presidente.

Bueno, pues eso es lo que hay. Con sacos o sin sacos, Calderón tiene que hacerse cargo de la situación: esto ha salido mal. El cabreo sordo que se palpaba en los rumores del restaurante ante la desvergonzada reunión es, en puridad, el estado de ánimo del madridismo todo. Y Calderón esperando una sentencia favorable, en el mejor de los limbos. Y lo más asombroso: Villar Mir y Fernández Tapias, que calientan la banda esperando a ver a cuál de los dos le toca, defendiendo su intención de seguir con Capello. Creen que con ellos se comportaría de otra manera. Casi me apetece comprobarlo.