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Cuatro torres, cuatro internacionales

Cada mañana, cuando salgo de casa hacia el trabajo, veo, desde lo alto de la Cuesta de las Perdices, la imponente silueta de las torres galácticas, que crecen día a día sobre lo que en tiempos fue el solar de la Ciudad Deportiva del Madrid. Torre Figo, torre Zidane, torre Ronaldo y torre Beckham, las llamo yo. Aquella fue una genial operación de Florentino, que relanzó al Madrid, porque le proporcionó jugadores extraordinarios y una nueva ciudad deportiva, mejor, más grande, y quién sabe si en su día reutilizable como cañonazo financiero, a cambio de marcharse, otra vez, un poquito más a las afueras.

Pero a la hora de valorar la herencia del florentinato hay que lamentar que junto al despegue económico no haya habido una ni siquiera aceptable política deportiva. Los galácticos se han ido o se están marchando, y tras ellos no quedó nada. Hemos vivido semana de virus FIFA y al Madrid no le ha afectado: sólo cuatro bajas en la semana de entrenamientos, frente a catorce del Barça o del Atlético. Acaba de salir la relación de los treinta mejores jugadores del mundo, aspirantes al FIFA Player, y sólo hay uno del Madrid, Cannavaro, y recién fichado. De los que quedaron del florentinato, ninguno.

Esa inmunidad al virus FIFA le puede venir muy bien a Capello, y desde luego le habrá servido para preparar mejor el partido de Getafe. Pero refleja el corto valor de la plantilla que dejó Florentino. Él, que recibió un equipo campeón de Europa. Los galácticos dieron paso a fichajes menores y erráticos, y la cantera se ha secado. Ahí siguen Casillas, Raúl y Guti, los que ya estaban. En seis años, ninguna nueva aparición con peso. A la hora de juzgar la gestión del nuevo equipo habrá que tener en cuenta esta herencia deportiva tan pobre: un Madrid que ni siquiera es capaz de llenar el campo del Getafe.