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El Barça en el campo y Laporta fuera

Supercopa en Mónaco. Supercopa europea, aunque bien podríamos decir que española, porque la juegan el Barça y el Sevilla. El glorioso Sevilla del centenario feliz y el aún más glorioso Barça que encadena títulos como churros. Liga, Champions, Supercopa de aquí, y ahora es favorito para la europea, y que no se me enfaden en Sevilla. Un equipo espléndido, pleno de nervio y lucidez, que mete la pierna pero que también inventa, que disfruta con el balón, que hace sentir el fútbol como una de las bellas artes. Un equipo cargado de jugadores atractivos: Ronaldinho, Etoo, Messi, Deco, Xavi...

Un equipo así es casi un misterio ecológico, como un bosque hermoso. ¿Quién lo planificó, quién lo puso ahí? Nadie. Este Barça pienso que tampoco. Este Barça surge de las tensiones entre Rosell y Cruyff, de las indecisiones de Laporta, de la flema de Rijkaard, al que no echaron de milagro, de la inaudita torpeza de Florentino al dejar salir a Etoo, de la carambola de que Beckham cerrara el paso a Ronaldinho al Madrid. Un Barça así es una carambola. No es una obra de su presidente, Laporta, y desde luego que él no puede apropiarse la paternidad del milagro. Los milagros no tienen padre.

Por eso es bueno recomendarle modestia, ahora que ha ganado sin lucha unas elecciones que no quiso convocar. Su victoria rápida se agradece porque nos ahorra la visión de las chaquetas del interino, pero eso no obsta para señalarle que tiene muchas cosas que mejorar. Que la arrogancia y los abusos quitan amigos. Que lo de Puyol y Xavi ha sido una gorilada innecesaria, porque este Barça y a doble partido pudo ganarle al Espanyol hasta con Olivella y Vergés en los puestos de aquéllos. En fin, que no debe empañar desde el despacho la bella imagen de ese equipo que ni siquiera es obra suya.