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Mal acuerdo y peor alternativa

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En caso de conflicto de principios por una emergencia como la que nos ocupa, uno debe prevalecer sobre los demás: en la última jornada, los partidos deben jugarse el mismo día, a la misma hora y en igualdad de condiciones. Únicamente así se preserva la pureza de la competición. De aquí debió partir la solución a un enredo que vuelve a empujar al fútbol hacia los tribunales.

Rechazada por la FIFA la petición de retrasar en una semana el final de la Liga, sólo había una solución posible y ya no se puede aplicar: jugar tres partidos esta semana (hoy martes, el Sevilla-Bar el jueves, la antepenúltima jornada, y el domingo, la penúltima). Con ese plan únicamente perdía el Sevilla, obligado a jugar cuatro partidos en ocho días antes de la final de la Copa de la UEFA. Era la salida natural, libre además del reproche general, porque no dio la impresión de que el equipo de Del Nido (ni el Barça) tuviese muchas ganas de jugar cuando amainaba el diluvio. Colocar ese partido el 20-M sin internacionales fue una locura. ¿Se imaginan el imposible de que el Barça aún no tenga la Liga amarrada y necesite puntuar en ese duelo sin sus doce mejores jugadores (Etoo al margen)? ¿Y si el que se juega algo (y esto resulta creíble) es el Sevilla, que conocerá los demás resultados y se medirá a un rival con sólo tres titulares? Los clubes lanzan ahora a la FIFA un órdago que alteraría los planes de quince selecciones mundialistas. No hay arreglo si lo que se busca es pelea.