Sobre Benítez y el valor del entrenador

El Liverpool pasea su reconquistada copa europea y entre el grupo feliz distinguimos rostros familiares. Sobre todo uno, el de Rafa Benítez, que ha sido la cereza española que ha ido arrastrando a otras al cesto del Liverpool. Curioso destino el de este entrenador, criado en el Madrid a la sombra de Del Bosque y triunfador infeliz luego en Valencia. Del Madrid tuvo que salir hace ya bastantes años porque no se entendía con Valdano, que abogaba por Sandro, una promesa de la cantera en la que Benítez no creyó. Del Valencia salió porque no conseguía que sus extraordinarios éxitos le pusieran a salvo del mangoneo de un tal Llorente.

Pero el fútbol siempre da revancha y ahora ha alcanzado un triunfo descomunal. La reconquista de la Champions para un club con historia y personalidad, en el que ha sabido integrarse y hacerse con las riendas. Le daban cinco años y en el primero gana la Champions. En sus últimos tramos ha batido a la Juventus, campeón de la Liga italiana, al Chelsea, campeón de la Liga inglesa y, ya en la final, al Milán, hasta ese día vigente campeón de Europa. Lo suyo es el valor del trabajo bien hecho, de la buena conducción del grupo, de la credibilidad ante sus jugadores, de la capacidad para obtener de ellos un compromiso.

Claro, que al fútbol del Liverpool se le pueden poner reparos. No es el ideal del espectáculo. Jugó mejor el Milán. Pero es que también tenía mejores jugadores. El mérito de Benítez es que el Liverpool vale, como equipo, más que la suma de sus individualidades y ése es el plus que él aporta. Me cuento entre los que prefieren un juego más ofensivo, de más inspiración, más artístico. Un fútbol más de futbolistas que de entrenadores, vaya. Pero no puedo regatear el mérito al que es capaz de conseguir que los once peores se organicen de forma que se igualen o superen a los once mejores que tienen enfrente. Eso también es fútbol.