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¡Que se acabe ya la temporada!

Ojalá mañana mismo se acabara la temporada. ¡Qué fiesta! ¡Qué alegría! ¿Se lo imaginan? Cierto es que nos quedaríamos mucho tiempo sin fútbol, pero el mes de septiembre nos lo traería del bueno. Del soñado. Sería fantástico. Pero la realidad nos pone en Riazor, un campo nada sencillo que históricamente no se le ha dado muy bien al Espanyol. Dice uno de los tópicos más sobados que las estadísticas están para romperse y de hacerlo este año, el golpe de efecto sería magnífico. Más que nada porque la próxima semana viene el Betis de Serra Ferrer y del buen amigo Carmelo del Pozo, que se está convirtiendo, desde la distancia de los puntos, en un rival a mirar con el rabillo del ojo.

Ganar en A Coruña significaría dar un puñetazo seco y duro encima de la mesa. Tumbar al equipo de Jabo Irureta haría que el resto de equipos acabasen de tomar en serio a los de Lotina, que pese a lo que diga el entrenador, se está ganando una nota altísima este curso. Sumar tres puntos, además, sería reafirmar que el equipo comienza la segunda manga del campeonato de la mejor manera. Pero no será sencillo. Y de eso ya hace días que se habla en el vestuario. El compromiso es total. Básicamente porque la plantilla sabe que de conseguir a final de la campaña una plaza de Champions League les haría subir su caché profesional. Por otra parte, y más que directamente, los aficionados se sentirían partícipes de una de las aventuras más excitantes de su vida.

Si se acabara hoy mismo el campeonato, la locura se instalaría en todas las embajadas pericas. La borrachera de alegría sería inanarrable. La gente lleva mucho tiempo sufriendo con no ver al Espanyol en Segunda y ahora, después de que las cosas se estén haciendo bien, comienzan a llegar los resultados. Evidentemente queda un tramo largo de campeonato, pero cada semana que pase, el objetivo estará más cerca. A seguir rezando. Y sufriendo, claro.