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El gafe de la cantera madridista

Samuel Etoo, David Aganzo y Óscar Miñambres. Estos son los tres últimos jugadores que han llegado cedidos a Montjuïc procedentes de la cantera del Real Madrid. El resultado ya se conoce. Los dos primeros pasaron con más pena que gloria por el Estadi Olímpic. Al último, el que ahora reside en el vestuario profesional, le ha ganado más la sinceridad que cualquier otra cosa para meterse en la misma senda que sus antecesores. Pinta mal para el tímido jugador de Fuenlabrada, que no lo ha pasado muy bien en los últimos años debido al tortuoso e inacabable camino de las lesiones. Decidió perder pasta para seguir su proyección futbolística, pero se ha topado con el mejor Maxi que ha jugado nunca en blanquiazul y con Hugo Ibarra, el bravo defensa argentino que ha cerrado el camino a todos los que optaban a jugar en la posición de lateral derecha.

Nadie puede negar que los tres jugadores tienen ahora una calidad impresionante. El camerunés apenas pudo jugar, mientras que Aganzo sólo se vestía de corto para ejercitarse. Luego, en el Valladolid y en el Levante, demostró lo que le trajo por aquel entonces a Barcelona: gol. Ahora, en el Racing, tendrá que estar dos meses parado, después de romperse el brazo la semana pasada en el Olímpic. Al final, le cogerá manía al Espanyol. ¿Por qué los técnicos decidieron aceptar la cesión de Miñambres cuando sabían que iba a jugar poco? ¿No sirven para nada los jugadores del filial? ¿No podría ser Marc Francolí, por ejemplo, un buen jugador para ejercitarse con el primer equipo y tirar de él en caso de que fuera necesario? Parece que no. Se buscaba experiencia, pero a Miñambres le ha ganado la sinceridad a su repertorio de jugadas y esfuerzo.