Una cosa que ha hecho bien el villarato

De nuevo la Copa. Quizá la mejor decisión del villarato (si no la única buena) ha sido la reforma, cinco años ha, de la Copa, con la recuperación del modelo de partido único en el campo del menor de los dos rivales para las primeras eliminatorias. Ya se había hecho en un par de veces, en los cuarenta y en los ochenta. En ambas ocasiones acabó por imponerse el criterio de los grandes, que se veían en riesgo de rápida eliminación. Pero este sistema da a las primeras eliminatorias una emoción y un interés de los que la Copa carecía y su rescate ha venido a revitalizarla. No en vano los ingleses siguen aferrados a este modelo.

Y no es casualidad que aquel sea el país en el que más importancia se sigue prestando a la Copa. Aquí esta competición languidecía entre el desinterés general hasta que esta fórmula empezó a producir jornadas tronantes, en las que la radio nos narraba las angustias de grandes eliminados, o a punto de serlo, en campos menores. El Madrid en Toledo, el Barça en Figueres o en Novelda, la Real en Beasain, el Valencia también en Novelda, en Guadix o en Alicante, el Athletic en Irún o en Torrelavega... Toda una joven leyenda, adornada con series de penaltis agónicas, con humildes convertidos en héroes por un día, con víctimas ilustres.

Es normal que esto no guste a los grandes, que exponen su supervivencia en el torneo en un solo partido, lejos de casa, en terrenos de juego a veces malos, a veces de hierba artificial (oficialmente homologados desde ya). Es comprensible su contrariedad pero su sacrificio es bueno para el interés general. Sin este modelo tan radical, la Copa se hundía, aplastada por el ritmo sólido de la Liga y por el calendario europeo, que ha ido ocupando más espacio y más interés. Para lucir como merece, a la Copa sólo le falta una cosa más: que el campeón vaya a la Champions. Entonces nadie la haría de menos. Pero eso ya depende la UEFA.