Jorge Martín: vecino del Jarama y primer campeón madrileño
Vive en una urbanización pegada al mítico circuito, en el que no le dejaban rodar por el ruido, y antes de llegar al Mundial su carrera les costó a sus padres 150.000 euros.
Fue el 22 de diciembre de 2014 cuando en As publicamos la primera entrevista amplia con Jorge Martín. Había ganado esa temporada, con 16 años, la Red Bull Rookies Cup por delante ni más ni menos que de Joan Mir y no se cortaba pese a su edad a la hora de asegurar que no había más madrileños triunfando en el Mundial por falta de ayudas.
De hecho, esa copa monomarca KTM, era la última opción que le quedaba, porque ahí no pagaba por correr y sus padres ya se habían gastado 150.000 euros para llegar hasta ese punto. Así que, de no haber ganado en su tercer año en ese campeonato, se habría comprometido mucho su futuro.
El año anterior había sido segundo y no le sirvió para dar el salto al Mundial, pero sí que lo hizo para la temporada 2015, de la mano de Aspar y una Mahindra inferior que sufrió durante dos años pero que le curtió para el futuro. Todos los esfuerzos, deportivos, económicos y personales, se ven ahora recompensados a sus 20 años con la consecución de un título mundial que espera sea el primero de otros, porque él quiere ser campeón en todas las categorías, o al menos eso decía hace cuatro navidades.
El salto a Moto2 lo tiene firmado desde hace meses, tal como adelantó este diario tras la tercera carrera, en Texas, para subir al Red Bull KTM Ajo como sustituto de Oliveira, lo que es una gran opción. Y lo hará por la puerta grande, como campeón y no sólo sin tener que poner dinero por correr sino ganándolo, como debería ser para cualquiera de estos jabatos que se juegan la vida sobre dos ruedas cada fin de semana de gran premio.
Ángel Martín y Susana Almoguera, su padre y su madre, pueden respirar tranquilos en ese sentido, porque carreras frustradas de pilotos han arruinado a más de una familia y hace tiempo ya que su hijo mayor es solvente por sus méritos deportivos. Por detrás llega otro, Javi, aunque a sus diez años de momento sólo se toma las minimotos como un juego y no va tan en serio como es su día su hermano mayor.
El padre se dedica al sector financiero y en estos momentos disfruta de una excedencia para poder acompañar y a asistir a Jorge en todos los grandes premios. Y menos mal que lo hace, porque fue él quien se curró el guante artesanal que ayudó al campeón a poder correr con tan buen éxito en Tailandia.
Su madre es comercial, y sufridora desde casa en la mayoría de las carreras, aunque a Malasia viajó en el último momento y a petición del piloto desde San Sebastián de los Reyes, donde cada vez pasa menos tiempo su hijo. Entre los viajes y sus estancias en Andorra, donde entrena a muerte con Aleix Espargargó, Maverick Viñales y alguno más, como un Jorge Lorenzo que asistió a la rueda de prensa de su coronación para felicitarle públicamente. Con Aleix comparte representante, Albert Valera, el mismo también de Lorenzo, que se le vio emocionado y sincero en su reconocimiento a Martinator, como le llama su padre y como lució en la camiseta conmemorativa de su título, el 50 del motociclismo español, que el convierte en el vigésimo de los nuestros con un Mundial.
El título de Martín es el primero que consigue un madrileño en el Mundial porque el Maestro Nieto, aunque era vallecano de adopción, en realidad era zamorano de nacimiento. ¿Por qué no hubo más antes? Martín lo tiene claro desde niño, y coincide en eso con los toledanos Bautista y Simón, a los que ya mira de igual a igual como campeones del mundo: porque los catalanes y valencianos tienen más facilidades.
A ver si el tirón de Martín sirve para que crezca la zona centro, porque él va a seguir haciendo ruido en Moto2 y quiere hacerlo también algún día en MotoGP. En el Jarama seguirán sin dejarle hacer ruido, un ruido de motores que para él era música celestial cuando se despertaba de crío y escuchaba que había acción en el Jarama, escenario por última vez de un gran premio en 1998, justo el año que nació Martín (29-1-98). Qué tiempos aquellos, querido Jarama.