Por fin, por fin!". Con lágrimas en los ojos tras ganar la Indy Japan 300, Danica Patrick se dirigió en primer lugar a abrazarse con Michael Andretti, uno de sus jefes de equipo. Después corrió a besar a su marido Paul Hosenthal, su antiguo preparador físico, mientras seguía repitiendo: "¡Por fin, por fin!".

Danica acababa de hacer historia. Su primera victoria en la IndyCar es la cota más alta a la que ha llegado una mujer compitiendo en un circuito. El récord absoluto sigue siendo para Jutta Kleinschmidt, ganadora del Dakar en 2001, pero sobre el asfalto Patrick es, desde ya, la gran reina.

Esta descendiente de irlandeses llevaba cuatro años soñando con un momento así. Quizás más, desde que con dieciséis se marchara a Inglaterra, a Europa, a aprender en la Fórmula Ford. Ahora, con 26 primaveras estupendamente llevadas, Danica seguirá siendo una de las deportistas más rentables de los Estados Unidos, pero también podrá exhibir palmarés ante aquéllos que la acusaban de estar más cerca de Anna Kournikova que de Rick Mears, la última gran leyenda de Indianápolis.

Y eso que Danica se había hecho un nombre no sólo por salir en la portada del 'Sports Illustrated'. Ella, y sólo ella, terminó cuarta en la carrera de su debut en la categoría. Ella, y sólo ella, fue la primera mujer en liderar las 500 Millas, lo que le valió la condición de rookie del año, Y ella, sólo ella, había sido capaz de lograr tres poles y terminar 38 veces entre los diez primeros en apenas tres temporadas...

Pero hasta ella sabía que faltaba algo: "Ni recuerdo las veces que me han preguntado por mi primera victoria. Ahora sé que todo eso terminó. He tenido muchas oportunidades antes de ésta, pero siempre las había desperdiciado. Hoy me siento feliz. No es fácil destacar entre cien chicos, pero yo nunca he visto a mis adversarios como hombres, sino simplemente como rivales".

Danica, la misma que renunció a una prueba con el BAR Honda de Fórmula 1 por dudar de las verdaderas intenciones del test, está hoy más cerca de la leyenda.