"Al comienzo no dormía, pero hice un click: quiero ayudar"
De familia ucraniana, Galia Dvorak nació en Kiev aunque con dos años se afincó en España, país con el que ha ido a cuatro Juegos en tenis de mesa. Sufre con Ucrania.
¿Cómo está?
Al inicio estaba en una nube, no dormía. Me pasaba todo el día viendo Twitter, leyendo a periodistas, incluso pro rusos. Estoy enganchada al móvil, entrenando poco, desconcentrada. Tengo la suerte de que la liga griega, que es la que juego con Olympiakos, ya acabó. Y este año es más relajado después de los Juegos. Desde el martes intento hacer todo lo posible por ayudar a la gente de Ucrania.
¿Cómo lo hará?
Estoy en contacto con las federaciones de tenis de mesa, tanto la española como la europea, y he recibido una carta del Comité Olímpico Internacional. Quiero ponerme en contacto con jugadores que estén aún en Ucrania y darles la posibilidad que vengan aquí con sus familias. Si puedo ayudar a diez personas, mejor, estaré contenta.
¿Cuál es la historia de su familia?
La familia de mi padre es de Ucrania, de un pueblo cerca de Donetsk, zona de conflicto. Mi madre nació en Kazajistán, pero sus padres eran tártaros, una etnia rusa. Los dos eran jugadores de tenis de mesa y se conocieron en la selección de la Unión Soviética, se casaron y vivieron en Kiev. A mi padre, que había sido tercero del mundo, le llegaron ofertas a finales de los 80 y vino a jugar a Granada. Creo que fue el primer jugador soviético que vino a España, o eso al menos me comentó él. A los meses, yo tendría dos años, mi madre y yo fuimos también y ya empezamos a vivir aquí.
¿Qué arraigo tiene en Ucrania?
De pequeña iba cada verano, como si aquí vas al pueblo. Estaba con mis abuelos o mis tíos. En Kiev vivía otra vida. Mi abuela había sido profesora de ucraniano. Me encantaba el país. Con los años empecé a ir menos debido a mis competiciones y a la muerte de mis abuelos. Pero siento que mis raíces son de allí, aunque a veces me molestara que me considerasen en España la extranjera, ya que al final he vivido toda mi vida aquí.
¿Y cómo lo están viviendo sus padres?
Mis padres lo están pasando muy mal, pero no es nuevo. Desde 2014 están preocupados y siguen la política. Hace tiempo que me levanto por las mañanas y mi madre siempre cuelga mensajes en Facebook, muy críticos con Putin. Tienen amigos allí y no han podido salir. Muchas mujeres escogen quedarse con sus maridos. Mi padre sueña con una imagen dura, la de Kiev arrasado por los tanques. No nos podemos quitar ese pensamiento.
¿Qué familia y conocidos tiene en Kiev?
Mi tía, por ejemplo. Mis padres hablan con ella para que vaya a la frontera y allí la recogerían con el coche. Hay cosas fuertes. Tengo una compañera que jugaba conmigo en Olympiakos y ahora está también allí. Su madre murió hace un mes y me dijo ‘menos mal que mi madre no ha visto esto’. Otra compañera ha dado a luz en Jarkov. En esa ciudad lo están pasando muy mal.
¿Qué recuerda de esa Ucrania que usted conoció?
Fui en 2017 con mi novio y me sorprendió que en los restaurantes ya todo el mundo hablaba ucraniano. Tengo la percepción que de pequeña no había problema en confundir Ucrania con Rusia, pero los gobiernos empezaron a separarse. Mis padres también se politizaron y la información se manipuló. En Rusia nos llaman zombies. Todo es distinto si la información llega de Occidente o de Rusia.
¿Le han escrito deportistas?
Si, he hablado con muchos comàñeros, me han escrito, pero ninguna deportista rusa. Quizás tienen miedo, hay que entender el contexto.