La guerra desde un piso de Kiev
El ex waterpolista Bondarenko se refugia en su vivienda con su mujer y sus dos niños pequeños. “No encendemos la luz para no alertar a los rusos”, explica.
Dos días antes de que se acelerara la invasión rusa en Ucrania y empezara una guerra que ha alterado como hacía décadas el orden mundial, Viktor Bondarenko, ex jugador de waterpolo que compitió ocho años en España, declaraba en AS que en Kiev “estamos preparados para la guerra”. Pese a que muchos vecinos han huido despavoridos por carretera, él se refugia en su piso de la capital con su mujer y sus dos niños pequeños; ambos no han cumplido ni tres años. “Ellos aún no entienden nada de lo que ocurre”, declara.
“Por la mañana pienso que vamos a ganar y todo va a salir bien. Por la noche, lo contrario. Ellos son muy potentes”, advierte. Con el sol hay esperanza. Bondarenko sale de casa por el día hacia “los pocos supermercados que quedan abiertos” para comprar comida: “De momento, aún hay. Nosotros hemos guardado, no sé cuánto durará. El día de la invasión parecía Armagedón, toda la gente se llevaba de todo en el supermercado”, relata desde el epicentro de la guerra.
El ex waterpolista, de 48 años, que tampoco podría salir del país por la ley marcial, vive al otro lado del río Dnieper, a salvo de momento de los ataques rusos: “Ahora están atacando las bases militares que tenemos en las afueras de la ciudad y hay combates al otro lado del río, los puentes están cortados”. Pero los problemas vienen por la noche, cuando se aceleran “las explosiones, que escuchamos desde casa y evitan que podamos dormir. Apagamos todas las luces para no alterar, que no nos vean”.
Unas noches (la temperatura ronda los cero grados) en las que otros compatriotas optan por refugiarse en búnkeres o en el metro. “Ayer escuché en las noticias que una mujer había tenido que dar a luz por la noche en una estación de metro”, comenta. “Mis amigos me escriben y me dicen que ganaremos. Han pequeños grupos rusos que se infiltraron en la ciudad antes de que empezara el conflicto. Hay que ir con cuidado”.
Bondarenko celebra que todavía haya electricidad y a la pregunta de si esperaban si tendrían ayudas militares responde lacónicamente: “Ya esperábamos que nadie nos ayudaría”. También, en otro piso de la ciudad, vive una situación similar el nadador olímpico Sergii Shevstov, que ha decidido quedarse con su novia. “Soy de aquí, mi vida está aquí, mi familia es de Zaporiyia y la de mi mujer de Kharkov, donde hay combates”, comentó al medio especializado SwinSwam. “La vida me ha cambiado en 48 horas”. Una frase extensible a cada piso, búnker o estación de metro de una ciudad que es una trinchera.