ZONA ROJA NFL

Así los veo: los Steelers vuelven calcados a 2017, pero sin Shazier

La lesión de Shazier precipitó el fracaso de los 'Señores del Acero' en 2017 y es inexplicable que no buscaran a su sustituto en una agencia libre gris y un draft muy criticado.

MadridActualizado a
Philip G. PavelyUSA TODAY Sports

Que nadie se engañe. Todos los años en las previas me dejo a los grandes gallos de la NFL para el final. Que escriba las previas de los Steelers ahora no se debe a que espere una implosión este año. El motivo real es que dudo que me dé tiempo a escribir todas y tendré que adelantar la redacción de los mejores equipos. ¡Pero cuidado! Estoy seguro de que los aficionados de los Steelers no estarán nada contentos con lo que doy a escribir sobre ellos. Lo siento, pero es lo que pienso.

Y es que pocos equipos en la historia han desaprovechado un equipazo tan brutal como el de los Steelers de los últimos cuatro años. Es increíble que el tridente Big Ben-Antonio Brown-LeVeon Bell no haya ganado un par de anillos en ese periodo. Han sido, sin duda, el mejor equipo libra por libra de la AFC (sí, sobre el papel también mejores que los Patriots) y, por unas razones o por otras, siempre han terminado fracasando. Porque en el caso de los Steelers de Big Ben, como sucede en el de los Packers de Aaron Rodgers, llegar a la ronda divisional es un fracaso por mucho que los aficionados de dos tercios de los equipos de la NFL firmarían con letras se sangre que el equipo de sus amores sucumbiera a esas alturas.

Pero lo peor no es eso. Lo más terrible es el tufillo a banda de mercenarios que transmite ese vestuario. No soy idiota. En la NFL actual cada uno de los 32 vestuarios está formado por mercenarios que se venden al mejor postor sin que los sentimientos tengan nada que ver. Pero una cosa es la dura realidad y otra muy diferente guardar las formas. Y en Pittsburgh creo que hace demasiado que se las pasan por el arco del triunfo. Hay muchos ejemplos de lo que digo, y el ‘holdout’ de LeVeon Bell, actualmente en rebeldía hasta que el equipo no le ofrezca el contratazo que exige, es solo el último episodio. Cada vez está más claro que Big Ben amagó con la retirada para librarse de Todd Haley como coordinador ofensivo, Martavis Bryant se marchó después de vomitar todo lo que se le pasó por la cabeza y, en general, cada poco salta una polémica más o menos comentada y casi todos parecen más preocupados porque su sueldo esté no en su auténtico valor de mercado, sino en lo que ellos mismos creen que valen.

Insisto, me podréis decir que eso ocurre en todas y cada una de las franquicias, pero creo que en los Steelers, con el pedazo de equipo que tienen, el asunto es más sangrante, porque a la larga está afectando al rendimiento general. Los que me seguís desde hace años sabéis que siempre he pensado que el principal problema es Mike Tomlin. Efectivamente, no se puede poner en duda a un tipo que ha ganado una Super Bowl, ha perdido otra y ha llevado al equipo a postemporada en ocho de las once temporadas en los que lo ha dirigido, consiguiendo reunir casi siempre una plantilla competitiva. Pese a todo, desde el principio he creído que Tomlin ha vivido siempre en la ola buena, ganando el anillo con la defensa que heredó de Cowher y con Big Ben ya maduro, y justificándose después en un ataque maravilloso mientras su defensa ha ido empeorando año tras año.

Así que hoy, en agosto de 2018, los Steelers vuelven a ser un equipo irreconocible para los aficionados más veteranos, con un ataque explosivo, una defensa de juguete y una capacidad de conjura más viva en las redes sociales que en el vestuario. Con un entrenador al que nadie tose pero que le pone la zancadilla a un rival que pasa a su lado por la banda sin que se le caiga la cara de vergüenza.

Pese a todo, un año más me parecen el mejor equipo de la Americana de largo, con el único (y gravísimo) lunar de no haber encontrado sustituto para Shazier, y todo lo que no fuera jugar la Super Bowl me vuelve a parecer un fracaso. Una cosa es que no me guste la deriva que ha tomado la franquicia, y otra muy diferente que en deporte gane el que más puntos anota, y el ataque de Pittsburgh tiene casi siempre todas las papeletas para sacudirle a sus rivales hasta en el cielo de la boca.

ATAQUE: un calco del de 2017

Parto de la base de que al final, de una manera o de otra, LeVeon Bell se vestirá de negro en septiembre para volver a rondar las 2.000 yardas conjuntas entre carrera y pase y una docena de touchdowns como poco. Una vez aceptado ese presupuesto, que de no cumplirse podría hacer saltar por los aires el polvorín de acero porque dudo mucho que James Conner sea capaz de tapar un socavón así, los Pittsburgh Steelers tienen exactamente el mismo ataque que en 2017. Un calco casi exacto que cuenta con el mejor corredor, el mejor receptor y uno de los cinco o seis mejores quarterbacks de la NFL. Simple y llanamente.

Que en la NFL se repita una línea ofensiva dos años seguidos es complicadísimo, pero los Steelers han conseguido un milagro de redoble de tambores manteniéndola por tercer año consecutivo. Ya todos recitamos de memoria el Villanueva-Foster-Pouncey-DeCastro-Gilbert como si fuera una delantera de fútbol europeo de los años cincuenta. El año pasado Gilbert se perdió algunos partidos y Hubbard, el sexto hombre de esta línea, se ha marchado a Cleveland. Por eso han elegido en tercera ronda a Okorafor como posible heredero en el tackle derecho. Todos ellos son estrellas y deberían seguir formando una de las tres mejores líneas de la NFL, con DeCastro como gran estrella y el español Alejandro Villanueva convertido en left tackle de lujo.

El grupo de receptores sigue quitando el hipo con Antonio Brown y JuJu Smith-Schuster. La marcha de un Martavis Bryant venido a menos quedará cubierta por James Washington, una elección de segunda ronda que debería hacer mucho daño en el slot desde el primer día. Siguen flojeando con Jesse James, que se queda corto, pero Big Ben tiene una capacidad increíble para conseguir que hasta los tight end vulgares parezcan algo.

Ya que hablamos de Big Ben, en la primera mitad de la pasada temporada parecía acabado. El 8 de octubre ante los Jaguars vivió el peor momento de su carrera con cinco intercepciones y una actuación pavorosa. Sin embargo, en la segunda mitad del año jugó el mejor football de su carrera. Si vuelve así de enchufado, será imparable y aspirará al MVP.

En resumen, el ataque de Pittsburgh será exactamente el mismo que en 2017, solo con alguna leve limpieza facial. No sé si eso es bueno o malo, porque los años no pasan en balde y los rivales empiezan a conocerles al dedillo. Eso sí, juegan de memoria y muy pocos bloques ofensivos saben improvisar como lo hacen ellos.

DEFENSA: no hay relevo para Shazier

Parece increíble, pero es aquí donde vivirán o morirán los Steelers. No han encontrado sustituto para Shazier, su linebacker estrella, que a los 25 años ha tenido que retirarse por una grave lesión cervical. Nos siguen contando que está trabajando para volver a jugar, aunque ya han confirmado que no será este año. Sin embargo, en el fondo casi nadie se cree que Shazier puede conseguir mucho más que hacer una vida normal, lo que vista su lesión, y como se presentó a saludar en el draft, parece ya un milagro.

Lo sorprendente es que han hecho muy poquito para cubrir su baja. En la agencia libre reforzaron secundaria y se trajeron a Jon Bostic, que no es un linebacker estrella, y demasiado hará si cumple como peón. En el draft, más secundaria, el quarterback Mason Rudolph en tercera ronda (por favor, que alguien me lo explique) y un Nose Takle en séptima ronda. Lo dicho, el mismo equipo que en 2017 con mejores safeties… pero sin líder defensivo.

Sobre el papel, Cameron Heyward, Javon Hargrave y Stephon Tuitt vuelven a formar un trío fabuloso en la línea. Y el recién fichado Morgan Burnett puede formar con Sean Davis y Terrell Edmunds (elegido en 1ª ronda del draft) un trío de safeties muy polivalentes que quizá se conviertan en la clave que resucite a esta defensa con su capacidad de jugar en diversas posiciones. Sin embargo, a casi todo el mundo le parece un error tremendo la elección de Edmunds, que para muchos tenía valor de tercera ronda y a duras penas. Si Keith Butler, coordinador defensivo, quiere resucitar a la defensa desde ahí, quizá deba empezar a buscar otras opciones. Como consuelo, el grupo de cornerbacks es muy bueno con Joe Haden y Artie Burns como 1 y 2 y Mike Hilton en el slot.

Por muy buenas que parezcan la línea de tres y la secundaria, todo apunta a que el póker de linebackers seguirá sin funcionar. Dupree y TJ Watt y Vince Williams sumaron 21 sacks en 2017, pero en el resto de las facetas del juego solo cumplieron cuando estaba Shazier; en cuanto se lesionó se diluyeron para crear un agujero que hizo parecer buenos ataques terriblemente mediocres y hacer números estratosféricos a quarterbacks horripilantes. Nadie cree que Jon Bostic sea suficiente refuerzo como para resolver el rompecabezas, pero si Mike Tomlin lo consigue hacer, me envainaré todo lo dicho sobre él y comenzaré a considerarle por fin un head coach legítimo para una franquicia legendaria.

CONCLUSIÓN

Un año más, los Steelers tendrán uno de los ataques más explosivos de la NFL, pero será su defensa la que marque la temperatura de sus auténticas opciones. De entrada, su división sigue pareciendo un chollo, su calendario un regalo y la AFC en general, un solar. El año pasado aposté porque conseguirían una temporada perfecta y en 2018 parece factible que lleguen invictos al bye de la semana 7, y desde ahí solo se intuyen tres o cuatro rocas peligrosas en el camino. Pese a su defensa, deberían rondar el 13-3 y aspirar al mejor récord de la conferencia. Eso sí, en enero no será suficiente con Big Ben, Antonio Brown y LeVeon Bell. El camino de un nuevo anillo pasa por recuperar el alma defensiva perdida durante esta etapa con Tomlin al frente de un vestuario de mercenarios geniales.

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