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Buffalo Bills 30 - Houston Texans 21

Sammy Watkins y McCoy vuelven loca a la defensa de Houston

Los Texans habían recuperado el pulso de la competición gracias a su defensa, pero nunca fueron capaces de contrarrestar el heterodoxo ataque de los Bills.

Actualizado a
J.J. Watt placa a un Tyrod Taylor que tuvo una actuación muy eficaz.
Tom SzczerbowskiAFP

Los Texans estaban volviendo a la vida gracias a su defensa. Cuatro victorias seguidas, casi sin encajar puntos, avalaban su resurrección. Dejar al ataque de los Bengals en seis puntos no está al alcance de muchos equipos en esta NFL. Sin embargo, la heterodoxia del ataque de los Bills desactivó todo rastro de solidez en las filas de JJ Watt y compañía. Simplemente, no sabían por dónde les venían.

No hay que buscarle explicación, porque no la tenía. Constantes snaps directos a un McCoy descomunal, mientras Taylor, el quarterback, formaba como receptor abierto en bastantes ocasiones y lanzaba solo cuatro pases completos en toda la primera mitad. Pero de los cuatro, dos fueron para touchdown y otro para que Sammy Watkins lo atrapara 53 yardas más allá. En Buffalo lo tienen muy claro, el pase está sobrevalorado y solo hay que intentarlo cuando se quiere hacer daño de verdad.

Un ataque así es indescifrable. Y la defensa de los Texans se desesperaba desde del primer minuto sin saber a qué atenerse con las formaciones de engaño que se sucedían sin descanso. Los Bills estrenaron su marcador con un touchdown en su primera serie ofensiva y ya nunca fueron por detrás.

Lo más curioso es que el ataque de los Texans estaba funcionando a la perfección. Hoyer conducía con acierto un juego muy equilibrado entre pase y carrera, con hasta ocho jugadores diferentes partiendo del backfield y repartiendo pases en corta y media distancia sin que la defensa de Buffalo tuviera respuesta. Series sin frivolidades, largas y sostenidas como mandan los cánones. Ortodoxia en estado puro que no lograba aguantar el ritmo de anotación del plan caótico de sus rivales.

Los touchdowns caían alternativamente en la primera mitad. Cinco en total. El primero, de Sammy Watkins, en el primer pase completo de Taylor en el partido (7-0). El segundo, de Houston, llegó en una jugada extraña, con la defensa de los Bills olvidándose de formar mientras Ryan Griffin entraba en la end zone sin oposición (7-6). El tercero fue de carrera del propio Tyrod Taylor, en otro drive protagonizado por McCoy, en el que Taylor completó su segundo pase para conseguir un primer down importante en tercero y largo (14-6). El cuarto, de Polk, tras otra serie larga y sostenida de Houston (14-13). El quinto, cuando parecía que el marcador ya no se movería antes del descanso, llegó anunciado con el tercer completo de Taylor, un pase descomunal a Watkins de 53 yardas, y confirmado con el cuarto completo de la primera mitad, a Robert Woods, para dejar el marcador 21-13 en el medio tiempo. Nunca cuatro pases completos de siete intentados habían cundido tanto.

Cinco minutos antes del descanso se produjo una lesión que en un principio no tuvo consecuencias graves pero que a la larga equilibró el partido. Gilmore sufría una lesión en su hombro izquierdo y tenía que abandonar el partido después de haber secado a Hopkins.

En la segunda mitad todo fue mucho más complicado para ambos equipos. La defensa de los Texans consiguió ajustarse y poner orden en el caos ofensivo rival, y además recibió la ayuda de los receptores de los Bills, que dejaban caer algunos balones importantes y sencillos, que Taylor seguía con su filosofía de pocos lanzamientos, pero bien elegidos, y no tuvo ninguna culpa del bajón de eficacia. Sin embargo, el ataque de Houston también perdía frescura mientras los blitzs de los Bills cada vez metían más presión a Hoyer.

Sin embargo, mientras Taylor usaba a Sammy Watkins como arma secreta, y el quarterback conseguía poner a su equipo a distancia de field goal con otro lanzamiento quirúrgico al receptor, aunque la patada no terminara con el balón entre los palos, los Texans seguían sin usar a su gran estrella, DeAndre Hopkins, que en toda la primera mitad, cubierto por Gilmore, solo había sumado un pase para seis yardas.

El tercer cuarto terminó sin anotaciones y ambos ataques parecían sin ideas cuando O’Brien decidió que ya había llegado el momento de usar su comodín. Primero fue un pase de Hoyer a Hopkins de 23 yardas, luego una segunda conexión entre el quarterback y el receptor para 29 yardas, por fin, para un afeitado perfecto, Hoyer volvía a conectar con Hopkins para un touchdown de 19 yardas. Tras la conversión de dos, los Texans habían empatado a 21 con tres latigazos de su mejor receptor.

Quedaban nueve minutos y la tensión se podía cortar. Ambas defensas se habían dejado de bromas y la sombra de una intercepción letal se cernía sobre ambos equipos; sobre todo para un Tyrod Taylor que había perdido la frescura en cuanto se vio obligado a intentar mover el balón desde el pocket, sin fuegos artificiales. Sin embargo, los Texans empezaron a perder la batalla territorial, en parte por culpa de las penalizaciones. Ninguno de los dos equipos conseguía mover las cadenas, pero el juego se desarrollaba en campo de Houston y con muy pocos minutos por delante cualquier anotación podría ser decisiva.

Los Texans tuvieron que despejar el balón a falta de 2:46 y los Bills comenzaron atacando en su propia 35 por culpa de una penalización absurda que evitó que el retorno de Thrigpen dejara el balón en la yarda 13 de sus rivales. Sin embargo, los Bills recuperaron la fórmula que tan bien les había funcionado en la primera mitad. McCoy golpeaba con una carrera de 20 yardas (112 en todo el partido) y Taylor lanzaba un pase letal de Charles Clay, que sin cobertura volvía a poner delante a su equipo 27-21.

Los Bills fallaban la conversión, y los Texans tenían casi dos minutos y tres tiempos muertos para atravesar el campo y anotar el touchdown de la victoria, pero Hoyer lanzó cuatro incompletos que sepultaron a los suyos y Carprenter dió la puntilla con un field goal que cerró el partido 30-21. La heterodoxia de los Bills pudo con la defensa de los Texans. Sammy Watkins le ganó el mano a mano a DeAndre Hopkins en una tarde magnífica de LeSean McCoy.