Las frías estadísticas de las rondas anteriores de la Louis Vuitton Cup advertían que el NZL-92 del Emirates New Zealand había ganado 15 regatas después de superar o igualar a su oponente en 17 salidas y que en las 21 ocasiones que cruzó primero por la boya final del primer tramo del recorrido, había ganado en 20 a su rival.

Los números del ITA-94 del Luna Rossa son más o menos similares; es decir, la igualdad es tal que quien domine ese primer tramo casi tendrá ganada la partida.

Con todos estos datos estaba claro que en el Luna Rossa iban a aprovechar la agresividad de su patrón, el aussie James Spithill, para ser más rápidos que el barco del kiwi Dean Barker en la salida. Barker, más conservador que Spithill y un verdadero perro de presa con sus rivales, ralentizó el duelo en la pre-salida, no entró en la pelea y aventajó en un segundo a su rival.

El factor Hutchinson.

Una ceñida perfecta, diseñada con la táctica de Terry Hutchinson -uno de los dos yankees en la corte kiwi- le dio 12 segundos de ventaja al final del primer tramo, sin apenas una virada.

El Luna Rossa atacó en el segundo tramo y recortó tres segundos. Desafió a los neozelandeses con 24 viradas en el tercer tramo. Barker, muy centrado, respondió a todas y cada una de ellas con maestría y perdió sólo dos segundos.

Los neozelandeses habían jugado a tantear a su rival y demostraron ser más rápidos que ellos en las ceñidas y algo más lentos en las empopadas (navegando a favor del viento). Hutchinson calculó al milímetro y el NZL-92 pasó la boya del último tramo con 11 segundos de ventaja. Hasta hoy nadie ha superado al NZL-92 cuando ha entrado líder en el tramo final y ayer no fue una excepción. En resumen: 1-0 para los kiwis.