La idea de Clive Woodward no sería tenida por descabellada por los pioneros del rugby y el fútbol, porque ambos provienen de un tronco común. Durante la Edad Media, buena parte de Inglaterra se entretenía llevando un objeto, normalmente una vegija de cerdo inflada, de un pueblo a otro contando, eso sí, con la oposición de los vecinos de la segunda población. Una lucha en la que valían las manos y los pies. Lo llamaron choule o soule. Este juego se fue depurando y suavizando hasta llegar la Freemasons Tavern, un pub londinense en el que el 26 de octubre de 1863 se puede decir que nació el fútbol y se separó definitivamente del rugby. Ese otoño, se reunieron cerca de Covent Garden representantes de diversos colegios y universidades de Gran Bretaña que querían dar una serie de reglas a un juego que iba haciendo furor. Una cuestión clave hizo que se configuraran dos bandos en el cónclave de Londres: la utilización o no de las manos, porque un sector quería que se pudiesen emplear para detener al rival y jugar el balón. Estos manomanistas acabaron abandonando la reunión y se fundó la Football Association, con reglas que prohibían la utilización de las manos. Más tarde, en 1871, se crearía la Rugby Union. Los dos deportes no volverían a unirse.